MOYA
Moya es una ruina imponente, gloriosa, inerme también porque se desmenuza y cae. De Moya restan paredes, unos torreones delatan la presencia de su castillo adelantado mayor, digno gigante derribado; queda una Iglesia con su pórtico y espadaña que de vez en vez enciende sus velas, lo que fuera Casa del Concejo, templos, fábricas y techumbres casi ya en el suelo. Abajo a la falda de su asentamiento, velando esta muerte magnificada en pobre velatorio, unas casetas apiñadas del Arrabal a las que ahora han traído agua. Pero aún los ojos vacíos de esta cantada calavera pueden ver y distinguir Los Huertos, Landete -tal un vivo centro vital- Santo Domingo. Al arqueólogo le interesan las huellas árabes que no terminan de aflorar, aunque tenga señales casi al borde de la prehistoria, cerámicas turolenses, valencianas, Moya no obstante, merece una visita y no solo por condolencia. |
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Su historia se reparte entre bramas de leyenda y Mariñas su conquistador; castellanos, certezas isabelinas, marqueses, célebres arcedianos, liberales, hechos de armas y defensas encarnizadas frente a los carlistas. Y la Independencia que se opone a la invasión napoleónica. Tendríamos que preguntar al trazado de las calles, mirar el abismo inquieto por donde subían los toros para el sacrificio de la bárbara fiesta. Intentar, en suma, un diálogo incansable con cada piedra, el rincón y su misma vuelta. |
Pero, cada siete años -Septenario le llaman devotos de María- aquello revive y anima; brotan gentes, se añaden otras, cantan júbilos ha subido la imagen de la venerada Virgen de Tejeda. |
Es cuanto de vida queda allí Moya, entonces, maravillada parece salir de su tumba. |
Y quedan cubiertas de atmósferas azules de resurrección las fosas de su inaudito cementerio. |
Hasta hace años aún caminaba, aunque renqueante. Pudieron salvarla como se hizo con Alarcón. Eran otros tiempos y premuras. Tal vez la Villa era vieja y había que dejarla a su suerte fatal, dejarla morir luego de despojarla. De sacar sus documentos increíbles, sus blasones y las jambas de las puertas, trasladarlas con los hierros y enrejados a otra parte y casas. Tarde le han venido los Amigos de Moya cayo tesón por consolidar, evitar inútiles desapariciones, es admirable. Mimar y amar su historia y sus roídas piedras les queda. Porque
estos Amigos son auténticos caballeros de empresas difíciles, Paladines de la dura angustiosa situación de Moya. |
Acrópolis de la historia sus privilegios hicieron de los antiguos moyanos, altivos y rebeldes ciudadanos amantes de libertades y fueros muy suyos. No en vano fue dada en feudo y señorío a tantos nobles señores como don Andrés de Cabrera y doña Beatriz de Bobadilla que trazaron historias mayores para España y abrieron caminos al Descubridor hoy sus cuerpos en la iglesia-panteón de los Dominicos de Carboneras de Guadazaón. Fuerte y poderosa ofrece al viajero la estopa quemada de los pasados fulgores. Puede contemplarse, desde la carretera que nos trae de Landete, paso a Santo Domingo, el espectáculo inolvidable de su sombra y lienzos de murallas todavía resisten voracidades e increíbles asaltos. Pero no fue vencida por enemigos poderosos que a ellos hizo frente. |
Aconsejo al viajero, le acucio a la visita, no se arrepentirá. Se llevará de ella algo más que un penoso recuerdo. Asómese a sus acantilados, vea y trepe trochas increíbles, pase los arcos e invoque el pasado de esta meseta. Luego en la noche y al sueño, la verá surgir cual era bella, esforzada, imponente, gloriosa Moya. |