EL HABLA DE LAS TIERRAS DE MOYA II
CUENCA
 
Martín Muelas Herrráiz
IV.2. UNIDADES SIGNIFICATIVAS
      Hasta ahora nos hemos movido en el campo de las unidades pertenecientes a la segunda articulación, donde incluimos el acento como elemento suprasegmental correspondiente. La exposición ha sido progresiva; partiendo del estudio de vocales y consonantes, hemos visto después su combinación y distribución en la estructura silábica.
      Estas divisiones, como las que siguen, están hechas por necesidades expositivas y es indudable que convendría iniciar el análisis partiendo de las unidades mayores del discurso hasta llegar a los elementos más pequeños. Las palabras en el sentido tradicional, signos con su doble cara, se combinan entre sí y vienen a formar el objeto tradicional de la Sintaxis: la oración, formada igualmente por un doble plano.
      Si el acento era el elemento unificador de las distintas sílabas que componen una palabra, la curva de entonación afecta principalmente a la oración y en menor medida a la sílaba. En consecuencia, frente al valor distintivo del acento, acaso meramente contrastivo, que viene dado, no por sus rasgos distintivos, sino por su presencia o ausencia, a las curvas de entonación hay que adjudicarles un valor claramente significativo según su tonema final, que nos dará oraciones enunciativas, interrogativas, exclamativas.
     Por ello, la curva de entonación es posible definirla como un signo secundario, siempre inherente al signo primario articulado, y su estudio tiene pleno sentido en el terreno de la Morfosintaxis.
      Aunque no admitimos división tajante entre Morfología y Sintaxis, dado que el objeto de una y otra variará únicamente en su extensión significativa, las estudiaremos separadas para una mayor claridad expositiva. Téngase en cuenta además que si se hace necesario un punto de vista funcional para la clasificación de las tradicionales partes de la oración, Morfología y Sintaxis vienen a ser dos aspectos distintos de una misma cuestión.
 
IV.2.0. CURVAS DE ENTONACIÓN.
     Aparte la evidente dificultad de su estudio, es cierto que las curvas de entonación son elementos de gran interés no sólo porque con su diferente configuración producen lo que generalmente conocemos como "acento", "deje" etc, sino porque gracias a ellas y a su tonema final distinguimos entre unidades afirmativas, interrogativas, exclamativas...y a veces, ocupan campos de significación que por lo general se consiguen con procedimientos estrictamene morfológicos.
      Las modalidades de tonemas señalados por Navarro Tomás son válidas en nuestro caso con algunas precisiones que conviene hacer.
     La mayor intensidad acentual, ya citada, hace que tanto las cadencias como las anticadencias sean más pronunciadas que en la dicción normal, al llevar un acento secundario en la primera parte de la secuencia. Así incluso las interrogativas con un elemento inicial acentuaado, van acompañadas de una curva ascendente que se convierte, por tanto, en una redundancia: ¿a qué me trais a mí aquí?. Otras veces, el acento inicial se traslada hasta el principio para facilitar esta curva ascendente: ¿vérda que la barchilla es el almú?.
  En general, puede afirmarse que las curvas son casi siempre ascendentes, incluso en las exclamaciones. Hay que tener en cuenta que los hablantes modifican su entonación según hablen entre ellos o se dirijan a un desconocido, pues en este último caso tratan de adaptarla a la del castellano normal. Por supuesto que también se dan las curvas descendentes, pero en menor medida que en castellano general.
     Podríamos establecer una gradación de curva ascendente final: 1, apelación; 2, interrogación, 3, aserción; 4, exclamación.
    Ejemplos:  cállate  ¿Lo has visto? ¿Cuándo vienes?; Antes había una punta de mozas; ¡qué jubescas!
     De la misma manera, las curvas intermedias son casi siempre ascendentes, semianticadencias: y hacíamos el baile, y barríamos la frontera, poníamos las sábanas, allí to el mundo contento.
     Quiero hacer especial hincapié en el hecho de que las curvas de entonación son elementos significativos muy utilizados en nuestro caso. La escasez de recursos léxicos y  morfológicos en el lenguaje coloquial contrasta con la gran cantidad de otros recursos expresivos. Entre ellos hay que citar en primer lugar la entonación especial en cada caso que puede hacer de una oración enunciativa una autentica exclamación o convertir un adjetivo normal en su grado superlativo.
     Sería interesante un estudio detenido del diferente uso de las curvas de entonación ya que su uso y valor significativo tal vez esté  más próximo a las unidades segmentales de lo que generalmente se piensa.
 
IV.2.1. MORFOLOGÍA. PARTES DE LA ORACIÓN.
     No pretendo hacer una exposición exhaustiva de cada una de las tradicionales partes de la oración y tan sólo me fijaré en aquellos aspectos funcionales y de combinación con morfemas -y morfonemas- que apoyen  el fin último de mi trabajo: describir el español hablado en una zona de influencia aragonesa y catalana. Muchos de los fenómenos observados coincidirán con los del español vulgar general. Parto de un supuesto básico: la necesidad de que todo estudio  lingüístico ha de ser formal,  con especial insistencia en el aspecto funcional.
     No es mi objeto  discutir  cuántas son las partes de la oración ni qué criterio seguido para fijarlas y definirlas. Admito,  sin más la nomenclatura tradicional,  sin  que esto suponga la aceptación de cómo la tradición ha venido definiendo las nueve clases de palabras. Parece clara la necesidad de un replanteamiento del artículo con relación al sustantivo, y adjetivo  y de estos entre sí. No es muy convincente en el hecho de que se traten igual la  interjección, preposición y conjunción que las restantes partes,  dado que la primera tiene implicaciones relacionales y las otras dos parecen tener una función meramente relacionante. Por  todo ello, parece clara la necesidad de retomar la cuestión desde supuestos nuevos sin tener que acudir necesariamente a reagruparlos.
 
IV.2.1.a. EL NOMBRE
      Funcionalmente coincide con el español normativo. Admite los siguientes morfemas:  género, número e intensivos, pero sus morfemas  indicadores requieren alguna aclaración. 
     Conviene hacer mención especial de los sustantivos conocidos como colectivos por las implicaciones sintácticas que conllevan: acudión tu el personal; fueron to la jarca (acudió todo el personal; fue toda la jarca), donde la concordancia  viene dada por el sentido,  y la idea de colectivo se identifica con la de morfema plural.
 
IV.2.a.a. EL GÉNERO
      Se distinguen dos géneros: masculino y femenino,  según criterios que en ocasiones son difícilmente formalizables. Normalmente -o es el morfema de masculino y –a el de femenino, aunque con frecuencia sincretizan otros morfemas, generalmente los intensivos.
     Sigue vigente la antigua propagación de género femenino a los nombres en -or: la rigor del invierno, la olor, me da una picor, la calor. Esta puede ser la explicación de por toda la alredorá ('contorno')
     Sigue conservándose como femenino puente en: la puente los franceses. En algunos casos he documentado la puente referida a uno construido hace poco tiempo; pero lo general es que, salvo estos casos de toponimia, adopte el género que el castellano ya tomó en el siglo XVII (Autoridades). Se sigue manteniendo el género masculino que tenía el latín clásico en chinche; pocos chinches nataríamos. Como tal masculino se usa en Aragón. Reúma es siempre femenino, unas reúmas que se me comen, debido posiblemente a que -a se identifica con el género femenino que, por otra parte, es el género de los nombre griegos en -ma.
    Merece especial atención el desdoblamiento de géneros en numerosos casos, que introduce diversas significaciones, generalmente despectivas: ovejo/oveja, peloto/pelota, marimacha, amante/amanta, mulo/mula, alguacil/alguacila, badil/badila, canasto, banasto, liebre/liebro, en este caso con doble valor: distinción de género y ponderativo.
     El morfema de femenino es indicador también de colectivo: juma (conjunto de hojas de un pinar), rastra (conjunto de pinos que se arrastran de una vez), corta (conjunto de pinos señalados para cortar o ya cortados). Es también portador de connotaciones despectivas: gobernanta, badaja, sargenta...
      Los femeninos que empiezan con a tónica no modifican el artículo, dado que, como ya vimos en su apartado correspondiente, las dos a en contacto se asimilan sin más: la hacha, la alma, la arambrera
4.2.a.b. NÚMERO
     Tenemos dos números :  singular y plural,  cuyos morfemas  son  Ø y –es, -s; frente a la forma generalizada –es  hay casos que hacen pensar  en una antigua abundancia de –s, como  ocurre en el aragonés antiguo. Tal es el caso de celemis (celemines), perdís (perdices), verdás (verdades)  aunque también  es posible  que todos estos casos  sean explicables  por la caída previa  de las consonantes,  especialmente  en los casos acabados en  –d. En apoyo de –s como morfema de plural  está el hecho de que el plural de jabalín, pronunciado así, es siempre jabalís.
     Se registran casos aislados  de “pluralia tantum”:  estijeras (una o varias) pantalones, estenazas, amuges o samuges, estrébedes, gallubas, entendido siempre como plural y como tal conciertan.
 
4.2.a.c. MORFEMAS INTENSIVOS
     Denominación que abarca los tradicionales comparativo superlativo aumentativo y diminutivo. La frecuencia con que aparece combinado el sustantivo de estos morfemas  especialmente con los dos últimos  es una de las razones funcionales  por la que conviene acercar esta categoría a la del adjetivo  y no establecer una distinción  tajante entre ambos.
      La combinación  con los morfemas comparativo y superlativo, aunque escasa, se da claramente en los casos que el sustantivo actúa accidentalmente como adjetivo: mi Pedro es muy pastor (entendiendo pastor no como adjetivo sino con pleno valor sustantivo) “es buen guardador de ovejas”  Esa loma es tan piedra como la de Cañete
     Especialmente para el superlativo es posible pensar, incluso, que se  expresa con los morfonemas sintácticos, parecida al naricísimo de Quevedo. Con  las reservas pertinentes, creo observar un morfonema específico del sustantivo, que si no es indicador del superlativo, si se  aproxima a su valor –ina. Aquí al verano hacen unas calorinas que pa qué. (calor enorme); si no traspone lo matan de la peñacina que le soltaron. Tal vez haya que relacionarlo con el sufijo Árabe -in existente en casos como Albarracín, próximo a nuestra zona, con claro valor de aumentativo.
      La combinación de la categoría nombre con aumentativos y diminutivos no ofrece ninguna duda.
    Los morfonemas más usuales del primero son:
           -on; azadón, corbeterón, cucha    rón.
           -asco; peñascos, trigasco, pinasco.
           -azo,  izo; ramblizo, garrotazo, esquinazo, marguinazo.
      Otros mezclan el sentido aumentativo con el despectivo :
          -ujo, - uco; sombrerujo, cestuco, matujo (“matas que se cuecen y sirven de alimento para los cerdos”)
          -uzio: carrucio, (carro grande y destartalado), perrucio (perro grande que no sirve para nada)
     Para el diminutivo predominan:
          -ico; mocico, ramicico, cantarcico, piacico.
          -ete, -ote; sardinetas, corbellote, (hoz pequeña), huertezote, tractorcete.
          -ejo; corralejo, gorrinejo, Villarejo.
          -illo; tornajillo, cantarillo.
      Como veremos después, el comportamiento  morfológico del sustantivo y del adjetivo  prácticamente coinciden.  Ambos  combinan con género y número. Aunque en distinto grado los dos lo hacen con superlativo y comparativo, y se comportan de manera semejante a cuanto a diminutivos y aumentativos.
     En definitiva, si la distinción  entre ellos es clara semántica  y funcionalmente,  la distinción  ya no es tan clara si los consideramos desde  el punto de vista morfológico. Por ello  muchas de las observaciones de uno sirven para el otro.
 
4.2.b. EL ADJETIVO-
     Funcionalmente se caracteriza  por su capacidad para desempeñar autónomamente la función de atributo y,  cómo termino  adyacente del sustantivo, otras funciones secundarias.   Del mismo modo,  admite la transposición  a funciones típicas del sustantivo,  gracias a  la sustantivación y puede desempeñar las funciones típicas del adverbio  sin ningún transpositor: esto va escapau (rápidamente).  Desde  lo alto del cerro (encima )
   Su comportamiento morfológico es casi  idéntico al del sustantivo, si admitimos para aquel la posibilidad  de combinarse con el superlativo sincretizado.  Téngase en cuenta,  por otra parte,  que el sustantivo no solamente desempeña la función típica del adjetivo, la del  atributo,  en casos como :  eso  es una jodienda, sino que además puede ser término adyacente de otro sustantivo sin ningún transpositor:  y más  que yo no me creo que esos hombres digan ninguna cosa verdá.    
 
4.2.b.a  GÉNERO.
     Lo más destacable es el frecuente desdoblamiento genérico de adjetivos invariables:  dominanta, practicanta, médica, creyenta. Desdoblamiento que es casi general,  como veremos , en el pronombre cuálo/cuála
     Lógicamente en los casos que hay una modificación  del género de los sustantivos  con relación al castellano normativo  se modifica  también el género del adjetivo: ¡questán las ovejas sueltas!  ¡Menuda  güespeda está hecha!
 
4.2.b.b. NÚMERO.
     No merece comentario especial.  Únicamente cabría decir que las modificaciones sobre el género  que se hacen en el singular  se siguen  manteniendo en los plurales.  Sus morfemas son /-s/, /-es/.
 
4.2.b.c. MORFEMAS INTENSIVOS.
     Aunque lo dicho para el sustantivo vale para el adjetivo,   creo interesante destacar algunas particularidades  referidas a los morfemas superlativo y comparativo.
      Por lo que respecta al primero,  hay destacar que apenas se encuentra exteriorizado con el morfema /-ísimo/,  generalmente - ismo: poquísmos,  Lo normal es la forma analítica mucho, raras veces simplificada en muy.  Son muy frecuentes: mucho cristiana, mucho güeno,  las riscas esas están mucho empinás.  Sin que  ninguno de esos casos haya observado una n epéntica,  que parece afectar únicamente a mucho como adverbio.
     Los numerosos casos  en que mucho  se antepone al infinitivo no parecen debidos únicamente a la frecuente dislocación del orden de palabras con relación al castellano normativo  sino que parece deberse, más bien,  a la frecuencia con que es  indicador de superlativo: pero que mucho meterse, antes mucho juntanos.
     De manera parecida se utilizan otros morfemas  especialmente  sobre : sobre   seguro,  sobre aviso, sobre-cargao,  sobre güeno,  y a base de:  unas bajocas a base de güenas. Tengu unos corderos a base de majos.
      Junto a estos  procedimientos,   es frecuente indicar el superlativo  mediante recursos  suprasegmentales:  mayor intensidad del acento y curvas más pronunciadas: unas  grescas, unas jubescas (grandes juergas); tiene dos muchachos majos; Yo fui una moza salá.
      Es frecuente también expresarlo con biensi no andas bien espabiladico te lían.  A veces acompañado de construcción  partitiva: ese cerro que le digo está bien alto.
      Cicatero y menudo  lejos del significado propio  que se les asigna en el DRAE  han pasado a ser indicadores de superlativo: menudo de  majo que era;  cicatero sinvergüenza estás hecho tú.  Todo,  es otro procedimiento  para indicar igualmente el superlativo:  este pueblo está del todo perdio; poníamos así la calle, tó arreglá con flores; viene tó arguellaica (desmayada)
      En jovenzano, mandaron a dos, jovenzanos ellos (bastante jóvenes), puede  pensarse en un nuevo recurso para expresar el superlativo mediante el morfema -ano  bastante  productivo en la formación de palabras  romances. Sin pretender dar una explicación definitiva se me ocurre asociarlo con los sufijos árabes –in, -an. Piénsese en Albarracín,  mardán, mardano  (morueco)  y,  aunque no hay documentación que lo acredite, parece claro que en estas tierras se mantuvo largo tiempo la población musulmana  expulsada de la huerta valenciana. 
      En sentido despectivo  en grado sumo sigue utilizándose el sufijo –azopersonas antiguazas que no querían trabajar; bajonazo  (salir de carta baja en el juego del guiñote) 
     Para expresar  el comparativo en cambio lo normal son las formas sintéticas  coincidentes con las  del castellano normativo. Pero es frecuente que estás vayan acompañadas  de cuantificadores: esta uja di arriba es más pior que la di abajo (esta hoja de arriba es peor que la de abajo); va a ser más mayor que su padre.
     Por  lo expuesto queda claro que los recursos utilizados  para  el comparativo y superlativo son abundantes. Su  agrupación bajo un mismo epígrafe  no da cuenta pormenorizada  del mecanismo de relación que utiliza el hablante para expresar esos distintos matices. Esta pluralidad de formas no viene sino a confirmar  que  los usuarios de un sistema lingüístico  están sometidos continuamente al principio de economía, siguen resistiéndose  a expresar de una sola manera  los sentimientos  y connotaciones que en  su competencia están bien diferenciados.
      En definitiva, vienen a ser una prueba más de que en este tipo de investigación lingüística accedemos directamente al conocimiento de la lengua tal y como la entiende Saussure.
     Estas  mismas observaciones si no en mayor medida, valen para   los otros morfemas intensivos: el   aumentativo y diminutivo. Sobra decir  que no hacen sólo referencia al volumen mayor o menor, sino a otra serie  de matices tan importantes  o más que ellos fiel reflejo de la toma de postura del hablante ante la realidad a la que se refiere y ante su interlocutor.
 
Diminutivo:
      -ico.- aparece  con  frecuencia, sin  llegar a  la generalidad  con que  lo hace en  las hablas  típicamente  aragonesas,  pero  en bastantes  más  ocasiones y  con otros  valores  que lo  hace  en  la mayoría  del dominio  castellano.    
      Con  él y –ete, -ote  se  expresan  la  mayor   parte  de  los valores  citados. Entre otros:
     Tú siempre la primerica. (irónico)
     Bendita puertecica.
     Me han venio que ni pintaicas.
     Mi Pedro es mucho apañaico.
     Dale un piazico de pan (auténtico diminutivo)
      Un topónimo muy frecuente en la zona es el Cañico 
     -ete –ote.- Chiquitota, bonicota, blándete, pequeñeta, chiqueta, “pequeña”
     -ajo, -ejo, -illo.- chiquitajo, pequeñajo, boniquillo.
 
Aumentativos:
     Los morfemas más frecuentes  son –on, chon, -ujo.  Todos ellos con claro matiz despectivo  especialmente el último: inorantón, pelochón, picalbona (oveja con puntas blancas en la cabeza), pequeñucho, feujo.
      Para expresar  el aumentativo  sin  matiz despectivo  generalmente  se recurre a  perífrasis  a  modo  de  coletilla final  pospuesta:  unas flores  sabe Dios  qué majas;  cantan unos cantares que  tú qué sabes.
 
4.2.c. El artículo.
     Las normas  no varían  en absoluto  con relación  a las  del español normativo, aunque conviene hacer  algunas puntualizaciones en cuanto a su uso.
     Abundan las contracciones del artículo con preposición  no solo de a+el y de+el. Habría que hablar igualmente de contracción en pal (para el); en cal (en casa de el); pol/puel (por el); painal (hacia el); nel (en el)
     Si no tenemos en cuenta la conciencia de  los hablantes  de que estas  contracciones  son  sola una unidad,  pienso que serían difícilmente explicables usos del tipo: la utro día (el otro día), y la utro lau (el otro lado),  debidos  posiblemente a la semejanza fónica con al.
     Por la misma razón que veíamos que aparece el artículo con nombres propios, lo hace también con todos aquellos que designan parentesco: la tía, la abuela, la madre (hablando incluso entre hermnanos): ¿no te acuerdas cuando lo contaba la madre?.
     En los casos que vimos de mantenimiento del género latino y de desdoblamieno en los invariables, la puente chica y similares, viene a confirmarse la idea de que el artículo es un signo morfológico, que presupone la existencia de un elemento autónomo, el nombre, al cual se une de manera parecida a como lo hace el género. En ocasiones será su único exponente externo.
    Es frecuente encontrar demostrativos que siguen teniendo valor de un auténtico artículo, manteniendo vivo el origen que tuvo en castellano: estos de Valdemoro siempre han sio más abarrenaus (Todos lo de Valdemoro).
     Otras veces cumple las funciones de un auténtico demostrativo: y aquí a mi marido le meten el librico por el argollón del pajar (referido a un libro citado inmediatamente antes). Esta función de señalamiento es frecuentísima: el de la mancha en la cabeza. el de la manta...
      De la misma manera, la presencia o ausencia del artículo no parece agotarse con la oposición determinación/indeterminación, sino que a menudo su presencia conlleva una significación de carácter ponderativo: había de veces que cargabámos los cuatro mil kilos (hasta).
     En las formas de masculino y neutro abunda la proclisis y apócope: láguila, lacha, luno, lotro.
     Por fonética sintáctica, entre el artículo plural y su sustantivo se encuentran formas divergentes con las propias del castellano normativo: samuges (las amuges), senaguas/sinaguas (las enaguas) sandalias... y seguramente estrébedes y estenazas.
 
4.2.d. LOS DEMOSTRATIVOS.
     Funcionalmente unas veces son sustitutos del nombre y otras del adejetvo, con una clara misión demarcativa de la realidad que sustituye, enmarcándolas en las coordenadas de espacio y tiempo.
      Tal vez lo más destacable sea la convivencia de aquí, junto a este, con claro valor de demostrativo en los casos que su referente se encuentra presente en la conservación: ¿no sé qué pensará aquí? (este). La convivencia de aquí/este se ve correspondida con menos frecuencia con allí/aquel, nunca ese/allí.
     Junto a esto hay que añadir la conservación en un solo caso del refuerzo con alter: esotro en esotro día (pasado mañana).
     Este podría ser el cuadro de formas demostrativas:
     1     S.               ESTE               ESTA               ESTO
                                                        AQUÍ
                             P.                     ESTOS    ESTAS
     2     S.             ESE                   ESA                 ESO
                                                           AHÍ
                            P.                      ESOS       ESAS
     3     S.             AQUEL             AQUELLA       AQUELLO
                                                           ALLÍ
                            S.                      AQUELLOS     AQUELLAS
 
4.2.e. LOS POSESIVOS.
      Los llamados posesivos no ofrecen ninguna situación especial con relación a los del español normativo. Tan sólo algunas observaciones.
      Junto a las formas normales:
      mío, mía / tuyo, tuya / suyo, suya, son frecuentes las perífrasis: de mí, de tí, de él. Cuando son varios los poseedores, el uso de estas perífrasis casi ha barrido totalmente la forma sincretizada: esta es la casa de nosotros, pensé quera el ganau de vosotros; esa es la parcela de ellos.
     Por otra parte, se observa claramente que mejor que hablar de formas tónicas y átonas conviene hablar de formas de pronombre sustantivo y formas de adjetivo, sin que en nuestro caso pueda admitirse lo de antepuesto, como da a entender Menéndez Pidal.
     Casos como el muchacho mío, la casa tuya, el piazo de él y las perífrasis citadas anteriormente parecen claras formas de adjetivo y precisamente no van antepuestas. De alguna manera, son comparables a los usos de otras zonas: la mí casa, el tu carro, con la misma función adjetiva pero con una forma desechada desde antiguo en la práctica totalidad del domino hispánico.
      Hay que señalar también la ausencia de posesivo en casos como la mujer (mi mujer): a ver si viene la mujer; el marido, el hombre (luego me va a reñegar el hombre) "regañar". Lo que contrasta con el también muy general el mío, la mía, cuando es claro el referente.
  
4.2.f. LOS INDEFINIDOS.
     Sin duda es una categoría distinta al resto de los pronombres por varias causas: en éstos hay un contenido semántico intrínseco, sin orientarse hacia otros referentes. No identifican personas o cosas, como los demás y, sobre todo, gran parte de ellos no se combinan con los morfemas de género y número.
     Así, el arcaísmo otre engloba tanto el masculino como el femenino; cualquiera es forma tanto de singular como de plural, lo mismo que quienquiera
     Algo parecido podría pensarse para : tó los años, tó las que queráis, aunque en estos casos quizás se deba a cuestiones estrictamente fonéticas.
     Las observaciones que se pueden hacer son casi todas de carácter fonético. Se documenta el vulgarismo general naide y ninguno/ninguno, cáuno (cada uno)
     Como tales indefinidos se entienden dos y cuatro: con cuatro petacas, dos guierbatos se crían. Pierden su carácter de numerales para expresar una cantidad indefinida más bien escasa.
 
4.2.g. LOS NUMERALES.
    Los fenómenos que señalo son todos de carácter fonético: sais, dicisais, dicisiete. Sobre cien se prefiere ciento, lo mismo que cinco cientos a quinientos, El sufijo –ena<inta se extiende a veinte, veintena, traintena.
 
4.2.h. RELATIVOS E INTERROGATIVOS.
      Lo más destacable es la escasez de formas de relativo, prácticamente reducidas a qué. Para los casos que en español normativo se utiliza quién, cual, cuyo y cuánto se recurre a perífrasis alguien que, la que, el que. Las formas cuyo y cuánto como relativo son inusitadas.
      El interrogativo en cambio se expresa con qué, quién, cuál, y cuánto. De ellos cuál y cuánto se combinan con los morfemas de género y número.
      Cuál      Cuánto
      Cuala    Cuánta
       Cuálo
     En tanto que en las formas qué y quién se sincretizan los dos géneros y los dos números: quién habís venío, cuála quieres, cuálos has bajau.
     El sistema de interrogativos, por tanto, sería
     Qué
     Quién
     Cuálo, cuála, cuálos, cuálas.
     Cuánto, cuánta, cuántos, cuántas.
     La tendencia a la cerrazón, que venimos citando, hace que en expresiones tipificadas pueda hablarse de una forma qui, no sólo en los casos explicables por el tipo de sonido próximo: ¿quí has dicho?. Sino también cuando va seguido de consonante: ¿qui mi sio? (qué sé yo cuánto?).
     Llama la atención el hecho de que cuando qué va precedido de preposición, ésta es el auténtico núcleo acentual: pá qué (para qué); pór qué(por qué); cón qué (con qué).
      Frente al resto de los pronombres, cabe destacar que los interrogativos están más próximos a la función apelativa y con frecuencia es su única misión. Esto sucede claramente en “u qué”, que no expresa una disyunción sino que únicamente cumple una misión de llamada. ¿nos vamos u qué ?
     La forma qué y a veces quién, se presentan casi siempre con artículo antepuesto; el, la y lo: ¿el qué has dicho?, ¿sabes también lo qué?, ¿el quién dices que había venio?.
 
 4.2.i. PRONOMBRES PERSONALES.
      El conjunto de formas y su funcionamiento ofrece ciertas peculiaridades. La que más llama la atención, aunque no muy general, es el empleo de las formas típicas de sujeto con proposición: pa yo, con yo, pa tú: agora me toca a yo. Uso que generalmente se conoce como aragonesismo.
      La primera persona en posición enclítica es casi siempre o: que se; qué mi sio, aunque a veces también se exterioriza así cuando va proclítico: si o estuviera en tu lugar, donde la relajación del sonido [y] es tal que prácticamente llega a desaparecer. Puede pensarse que esto sea debido a razones puramente sintácticas o fonéticas pero también puede deberse al latín vulgar eo.
      Son generales los vulgarismos nusotros, vusotros. La raíz originaria el segundo sigue manteniéndose en vos ¿vos saco de comer?, menos frecuente que sus: sus via contar (os voy a contar). Estas formas, entendidas como tales vulgarismos, puede pensarse también que se deban a la ya citada vacilación del timbre de las vocales de grado medio.
     En cuanto a los enclíticos cabe destacar que sobre ellos recae generalmente un acento secundario que en ocasiones prevalece sobre el principal: espératé.
      La especialización en sus funciones para cada una de las formas se mantiene claramente diferenciada, sin que se de ningún caso de leísmo, laísmo, o loísmo. El que se da es el que ya se documenta en el Cantar de Mío Cid. Para el dativo es siempre le, se les, tanto para masculino como para femenino. En cambio, para el acusativo femenino es siempre la y lo para el acusativo de persona y cosa.
 
4.2.j. EL ADVERBIO.
      Definido por la tradición como la parte de la oración qué delimita la significación del verbo, del adjetivo o de otro adverbio y por Alarcos, como la categoría que funciona autónomamente cómo aditamento, presenta un esquema de tres modalidades: referencia espacio temporal, de aserción, y modalidad.
      Los de referencia espacial, lo mismo que los pronombres personales y demostrativos, entienden la localización tomando como referencia la proximidad o lejanía al emisor y receptor.

Las formas son:

       A                         B                             C
      Aquí               Ai                      Allí

                     Proximidad            Lejanía

                 Al emisor                  A emisor y receptor
     Con frecuencia B precisa más su significado cuando está muy próximo a A y siempre lo hace con mismo o mismico; está ahí mismico.
     Cuando en C la distancia es exagerada se expresa con allá.

     Las tres formas se combinan con preposiciones.

     Puaquí (por aquí), puallí (por allí), puai (por ahí)
    Junto con los vulgarismos ande (adonde), dende, ende (desde), o<ubi, entro (adentro)… cabe señalar: tonde (hasta donde), dalto y enloalto (encima), arrape (hasta arriba), azaga (atrás), paina.
      Los de referencia temporal ofrecen un esquema paralelo:
      Agora                           Entonces                       Luego, logo
      (ahora)                          (antes)                           (después)
      En este caso las implicaciones de proximidad o lejanía al emisor o receptor no son pertinentes.
     Agora abarca el campo de la proximidad o mejor simultaneidad, con referencia implícita a emisor receptor. En cambio, entonces implica cercanía al emisor, que normalmente se sitúa en ese alejamiento: no va ná lo en familiar que se vivía entonces. Antes un primo hermano más que agora un hermano.
      Pero luego y después no cubren los mismos campos; el primero implica la proximidad imprecisa; y después señala posterioridad con relación a algo inmediatamente anterior.
      El paralelismo con las formas especiales no es completo y con frecuencia se dan interferencias, las primeras pueden expresar tiempo y las segundas espacio.
      Allí y entonces se entrecruzan frecuentemente: entonces cuando hacíamos lo de la frontera, allí daba gusto. Hubo allí dos o tres años que no se pudo ni aún segar. Allí viás una punta mozas.
      En cuanto a los de aserción nos interesa especialmente los positivos , claro y los negativos no, nada. El de grado intermedio cómo en español normativo expresado con quizá no existe, para ello se recurre a poque, puesque (puede que) o bien se hace en –mente: quizásmente, con lo que se acerca más a los de modalidad: quizásmente agora se viva mejor.
      Hay que señalar otras formas: junto a agora, acaso debido a las mismas causas fonéticas o por contagio, se encuentra agún. Como mezcla de encara + todavía puede pensarse en entuavía. Es general el arcaísmo hogaño cuyo resultado conviene considerarlo con el de agora,; endispués es bastante raro, con frecuencia se oye asina y más regularmente ainas (casi).
      Frente a pasado mañana, de vez en cuando se oye esotro día, estableciéndose una correlación entre hoy, mañana y pasado: este, ese, esotro.
      La frase ¿qué mi sio? es un auténtico adverbio: “ tal vez”. A continuamente lo sustituye de contino: lo mismo que decontado se prefiere sobre al instante. Ascape es “rápidamente”.
     Son adverbios también a tocateja y la forma a lo que “cuando” y “después”; mientre<dum interin, presto y de siempre.
 
4.2.k. EL VERBO.
    La combinación del verbo con múltiples morfemas: tiempo, modo, número y persona, y la importancia que en él tiene la analogía, hacen que sea la categoría más compleja y difícil de organizar. Por ello, intentaré dar cuenta únicamente de algunos fenómenos qué puedan ser dialectales y de otros, que aun siendo comunes al castellano vulgar general ofrecen cierto interés.
 
4.2.k.a. Conjugaciones
   Dado qué es en el verbo donde más incide la analogía, no es raro que la implicación romance de las cuatro conjugaciones latinas continúe en muchos casos. Pertenece al paradigma de los en –er, añader, esparcir, teñer, estreñer, que siguen manteniendo su antigua terminación –ere, innadere<adere<,spargere, tingere, y stringere.
    La antigua vacilación ear/-iar sigue vigente en vendimiar y cambear, vacear, negociar, ferear. Lo normal no obstante es el fenómeno contrario -ear>-iar, por las razones fonéticas que ya vimos anteriormente: pasiar, acarriar, costiar, güeltiar, mantorniar…con el consiguiente cambio acentual. Razones fonéticas también explicadas hacen que los verbos en -er e –ir, señalada en el Esbozo de la RAE, sea aún mayor en nuestro caso, y en el español general no culto.
      La diferencia teméis/partísque señala la RAE no es aquí pertinente. Si a esto añadimos las confusiones en el propio infinitivo, la diferencia quedaría reducida a la primera persona del plural del presente de indicativo tenemos/partimos.
 
4.2.k.b. MORFEMAS
     Señalaré exclusivamente las variaciones que ofrecen con relación al castellano normativo. La segunda persona singular de los perfectos simples de todas las conjugaciones es -es: cantastes, atrevistes, dijistes.
     El imperativo de segunda persona de plural siempre es en -r confundiéndose, por tanto con el infinitivo, del qué únicamente se distinguirá por el contexto y la entonación: cortar esas zarzas, esconder la cabeza, partirlo bien.
     Las segundas personas del plural en -eis son siempre -is. Salvo los en -ar, todos pierden la –r- del imperfecto de subjuntivo: si viás como subió.
     Los en -ar hacen la segunda persona del plural del perfecto simple en -aistis, regaistis, que puede ser un recurso para diferenciarla de la segunda de singular, con la que podría confundirse si se mantuviese la forma simplificada de la culta correspondiente: regastes/regastis.
     Para el pretérito imperfecto de los verbos en –er -ir quedan restos de una posible abundancia anterior del morfema –ba: caiban, traiban, haibamos: unaibamosmuchos peru es ki agóra nu abémos nádie.Es más frecuente el refuerzo de una -y- apéntica: Veyan; traían, leyean
     Los pronombres enclíticos al infinitivo hacen que se pierda su –r desinencial: Amos a dejálo (vamos a dejarlo), vendelos, pedile; lo que ocurre también con el imperativo de segunda persona del plural
     Los verbos de radical en [θ], latín –k hacen el presente de subjuntivo y el presente de indicativo con g, por analogía con los verbos en velar: Paiga (parezca), conozga (conozca), cuerga (cueza), tuerga (tuerza), crezga (crezca).
      Por razones fonéticas ya vistas, los verbos en –b se realizan con frecuencia con velar: jubar (jugar); enjubar (enjugar). Los acabados en nasal disilábicos con frecuencia pierden la n que se quedan en contacto
     El gerundio de los verbos irregulares se forma muchas veces a partir del tema de Perfecto: trajiendo, tuviendo, pusiendo, dijiendo, (perfecto dijeron). El de leer es leendo
      Abundan las formas arcaicas: truje, vide. El verbo ser ofrece la forma general: semos, que ha extendido seis (sois), que convive con suis.
      El presente del verbo haber y por tanto los compuestos formados con él, ofrece este paradigma:
      hi,          has,          ha,          himos,          habis,          han
     El mantenimiento de haber con el sentido de tener sigue vigente en algunos casos: Nu habíamos más que miseria. Pero más frecuente se utiliza con los significados de ser y estar. Nu habemos cuatro gatos; habemos aquí tuavía dos hermanos
     
IV.3. Sintaxis
      Los escasos trabajos que hasta ahora se han ocupado del estudio del castellano hablado en Castilla dedican una mínima parte al capítulo sintáctico y se ocupan especialmente de los campos fonético y léxico. Pero tampoco en zonas dónde son abundantes las monografías de ese tipo se ha prestado demasiado interés a esta parte de la gramática que pienso puede ofrecer datos reveladores. Cuando mencionan un apartado especial para la sintaxis, se citan una serie de procedimientos, más o menos tipificados, que no logran una visión de conjunto.
      Ahora bien, la posibilidad de trabajar con un material lingüístico grabado en el que los hablantes se expresan sin ningún tipo de reservas, permite, y exige al mismo tiempo, que podamos hacer una sintaxis de la lengua hablada. Ciertamente ha sido la dialectología la ciencia que ha facilitado está posibilidad, pero en los propios estudios dialectales se ha desaprovechado sistemáticamente un campo que puede ser tan válido como el fonológico y el léxico para el conocimiento total de las variaciones lingüísticas regionales.
     Si a ello añadimos una organización sistemática de la manera de configurar los significados, sin detenernos en una enumeración alfabética de palabras, tendremos la posibilidad de encontrarnos directamente con la lengua de una comunidad y con la propia psicología de un pueblo.
      En nuestro caso nos interesa especialmente este campo por cuanto pueda suponer de aproximación a una sintaxis del español hablado y por qué la normalización en este nivel acaso necesita periodos más largos de tiempo para llegar a consolidarse. Ello podría permitirnos encontrar una serie de recursos meramente sintácticos propios de la zona, prácticamente olvidados en el castellano general, y otros que pueden ser comunes a todo el español coloquial.
      Por otra parte, sólo estudiando la sintaxis hablada podremos dar cuenta de una serie de rasgos pertinentes, no incluidos en las gramáticas tradicionales, que toman como corpus de estudios la lengua literaria culta con base en textos escritos
     Nos interesan especialmente aquellos mecanismos espontáneos utilizados por los hablantes para dar cuenta de una serie de mensajes y matices que quedarían muy desfigurados si se atuviesen a las reglas de la sintaxis normativa. Estos procedimientos nos darán cuenta en cierta medida de la manera de ser y de comportarse de una comunidad a la vez que, por qué no decirlo, son un exponente más de lo que Humbolt llama forma interior del lenguaje.  
      No por tópica merece despreciarse la distinta caracterización que se hace de los individuos -y su lengua- de zonas meridionales y propiamente castellanas. En nuestro caso, tendríamos que precisar zonas serranas. Ni en los individuos más locuaces de nuestra sierra encontraremos, por ejemplo, esa ingeniosidad expresiva con que generalmente se caracteriza a los andaluces. Si algo define a nuestros serranos es precisamente la concisión comunicativa y su escasez de recursos expresivos, lo que tal vez posibilita que su humor sea más cortante.
      Pero conviene aclarar que está concisión comunicativa no es sinónimo de pobreza sino sencillamente que al lenguaje se le da, sobre cualquier otra su función primordial: ser vehículo de comunicación. Y para comunicarse, es cierto que nuestros hablantes utilizan todos los medios de que dispone la lengua para que lo que quieren expresar quede claramente entendido.
   Por ello, conviene mirar con ciertas reservas la caracterización global que se hace de la sintaxis de la lengua hablada como más sencilla y elemental que la de la normativa. Vista con los presupuestos de ésta, su elementalidad puede resultar patente, pero no es menos cierto que en la sintaxis hablada encontramos una serie de recursos que difícilmente podríamos explicar con una gramática de carácter normativo. En este sentido, podría decirse que la elementalidad sería propia precisamente de esas gramáticas. Al final doy como muestra la transcripción de unos textos que podrían figurar en cualquier antología de recursos estilísticos y sintácticos.
      Por otra parte, hay que tener cuidado igualmente con otro principio, ya citado a propósito de la fonética, y que también es tópico definitivo de la lengua hablada, la economía de los hablantes y su tendencia al mínimo esfuerzo. Más que hablar de mínimo esfuerzo, habría que hablar en nuestro caso de mínima redundancia. Se prescindirá de lo que se considera obvio, pero ante la mínima sospecha de duda en la comprensión de su mensaje, nuestro hablante no ahorrará medios que lo aclaren totalmente. Por el contrario, muchas veces se incurre en innecesarias redundancias.
    Lo dicho anteriormente es el punto de partida para la organización de mis observaciones, en las que sigo muy de cerca el trabajo de A. Narbona sobre sintaxis andaluza.
     En primer lugar trataré de exponer cómo son utilizados por los hablantes ciertos procedimientos lingüísticos para la expresión de sus múltiples estados anímicos y su afectividad sobre la realidad a la que se refieren o hacia su interlocutor. Finalmente, centraré mi interés en tratar de ver hasta qué punto son importantes en la sintaxis el principio de mínimo esfuerzo y de diferenciación máxima. A ello hay que añadir las observaciones hechas en el apartado dedicado a Morfología, pues uno y otro campo están íntimamente relacionados.
     
 IV.3.a. AFECTIVIDAD Y SINTAXIS.
      Parece evidente qué la afectividad, en sentido amplio, juega un papel primordial en el acto de la comunicación, aunque no agote su complejidad. Para dar cuenta de ello me fijaré en los procedimientos léxicos y sintácticos de que se sirve el hablante para expresar su mundo interior. En otros casos utilizará mecanismos supra-segmentales: curvas de entonación, acentos secundarios, dislocación acentual, que no sólo serán elementos subsidiarios de la sintaxis, sino que con frecuencia se utilizarán como auténticas unidades significativas.
      Ocurre sencillamente que el hablante considera insuficientes las palabras de que dispone para expresar su complejo mundo interior y, en consecuencia, recurrirá a otros mecanismos de que dispone la lengua para expresar esa complejidad. Estos serán especialmente los elementos suprasegmentales –curvas de entonación y acento de intensidad- y la reordenación de las palabras según un orden de relevancia.
     
 IV.3.a.1. LA INTERROGACIÓN, FUNCIONES Y REPERCUSIONES SINTÁCTICAS.
   Que la interrogación es uno de los mecanismos más importantes del lenguaje coloquial para expresar la afectividad es algo que admiten todos los que se han ocupado del tema.
     Pero tal vez no se haya prestado demasiada atención a las implicaciones puramente sintácticas que esto lleva consigo.
    Las perífrasis con ir a y haber de + infinitivo neutralizan su sentido incoactivo y de obligación cuando se insertan en una interrogativa negativa, para cobrar un valor de afirmación categórica: ¿pos no lo habían de conocer? (claro que lo conocen) ¿como no voy a saber eso sí toa mi vida he sio pastor? (claro que lo sé). La neutralización aspectual que se observa en estos ejemplos, donde se pierde el sentido incoactivo dirigido hacia el futuro, se extiende al pasado y hace que aparezca una oposición de pasado/ no pasado, sin distinción de si es más o menos lejano o si es puntual o continuado.
      El pasado en bloque se opone al no pasado: presente y futuro, también en bloque. Para ello se utilizan las formas de Imperfecto y de Presente, sirviéndose indistintamente de cualquiera de las perífrasis había de + infinitivo/ voy a +infinitivo ¿no has de venir esta tarde? (¿ no vas a venir esta tarde?).
     Relacionado con la mayor altura tonal en las frases y para evitar la confusión entre las meramente enunciativas y las interrogativas, en éstas se recurre casi siempre a introducirlas con qué o con otro elemento cualquiera al que se acentúa siempre en la primera sílaba. En ello tiene mucho que ver la carga afectiva que supone la propia interrogación: ¿verdá que no sabemos nadie lo que pasa?¿que no se ha visto la brusa negra por aquí? ¿qué no nos vamos a comer?¿no nos vamos a comer?.
      La introducción de este elemento interrogativo, cargado de afectividad, hace que se incurra en la redundancia de elementos que expresan la interrogación, ya que sigue manteniéndose la entonación ascendente: ¿por qué no me lu has dicho?.
     Con la forma interrogativa, que la entonación convierte en auténticas exclamaciones, el hablante expresa juicios de valor de carácter ponderativo que, de lo contrario, tendría que recurrir a procedimientos estrictamente morfológicos para comunicarlos: ¡Y se crían unas aliagas ¡qué aliagas! (grandísimas). Antes se hacían unas cinas (“hacinas”) ¿usté que sabe?. Con este mismo significado ya ha quedado como recurso general la fórmula ¿Que pa qué?
      A la forma interrogativa se acude casi siempre cuando al lenguaje se le quiere dar la función apelativa o simplemente conativa: ¿ande va el hombre? ¿que no habís sentio el bando?. De hecho, en la propia estructura interrogativa prevalece, sobre cualquier otro valor, el apelativo-conativo y está en estrecha relación con el empleo de la segunda persona con valores distintos a su significado propio. Se trata de atraer la atención del interlocutor sin esperar una respuesta, pero haciendo que se sienta ligado al discurso para que de alguna manera lo corrobore.
     Además de las propias estructuras interrogativas, se utilizan también auténticos comodines que desempeñan esta función: se cría tamién ¿sabiusté? (¿escucha?).
      La estructura interrogativa enriquece poderosamente el significado de oraciones que podrían explicarse de otra manera pero con la que no se lograría la riqueza de distintos valores que con esta se consiguen: ¡¿pós no nos hacían guardar poco un cajigo?! ¡pós sí señor! cuando yo era muchacha ¿cortar un cajigo en la desa?. Gracias a ella, algunos tipos de pregunta pueden convertirse en auténticas imperativas mitigadas: ¿no podías ir al corral a por leña? O pueden funcionar como mera fórmula introductoria de una sección posterior: pos sí, si ¿Qué dan que hacer? ya lo creo que dan.
     
 IV.3.a.2. AFECTIVIDAD Y ORDEN DE PALABRAS.
   Al acercarnos al estudio del lenguaje coloquial, en el que tanto tiene que ver la expresión de la interioridad del hablante, conviene tener muy claro que el llamado orden lógico de las palabras, según lo han establecido las gramáticas normativas, no coincide, y a veces ni se aproxima, el orden que realmente se sigue. Nuestros hablantes rara vez se sienten aprisionados por ningún tipo de condicionamiento que les venga impuesto desde fuera y utilizan libremente su sistema lingüístico en tanto no haya problemas de comprensión.
      Con esta única limitación, puede decirse que utilizarán las relaciones sintácticas que reflejen mejor lo que quieren expresar y, en este sentido, lo hacen según su orden lógico, sin tener en cuenta ningún tipo de lógica que no sea la suya propia. A la vez, estás alteraciones muchas veces están hechas respondiendo a otros criterios no menos importantes: ritmo, comodidad…
     La anticipación psicológica tal vez sea la causa principal qué hace modificar el llamado orden lógico de las gramáticas, convirtiéndose en el auténtico árbitro de la disposición de las palabras en una frase. El elemento que se considera centro de el mensaje que se quiere comunicar aparece en primer lugar y desencadena el resto de los elementos, sin tener muchas veces en cuenta la gramaticalidad de ese elemento inicial con aquellos que en un orden normal debieran concertar con él. Como es lógico, esta anticipación afecta a todas las partes de la oración y sus funciones según la relevancia que se le quiere dar a cada una.
     Otras veces, la anticipación no afecta a todos los elementos que desempeñan una misma función y se originan importantes dislocaciones. Sirva como ejemplo: logo yo con cubo los voy metiendo a los corderos hasta que se termina el agua. El agricultor aquí había uno que le decían el arau; logo ya vino otro que decían vertedera y logo después otros que le icían vernetes.
    Hay que puntualizar que no siempre el elemento que se considera central pasa automáticamente a la primera posición. En ocasiones se retrasa hasta el final y con ello se logra también su realce por otro procedimiento: Yo mismo, un cuñao tenía yo en aquel entonces en Valencia, carabinero entonces.
     En cualquiera de los casos, la distinta de exposición que se adopta con relación al considerado orden lógico rara vez es debida a la falta de capacidad para aislar los discursos. El orden será fruto de la espontaneidad y falta de reflexión para expresar lo que se quiere comunicar, exteriorizándolo tal como se va produciendo en su interior.
    Además, es igualmente cierto que el hablante dispone de una serie de mecanismos: pausas, realces, repeticiones... que suavizan esas dislocaciones y posibilitan la comprensión.
     El sustantivo que se considera central suele aparecer en primer lugar al margen de la función que desempeña. Esto hace que el oyente centre su atención en lo realmente relevante y el resto se considere puro ensamblaje. Así se explica que en las respuestas se retome el elemento central de lo dicho anteriormente y se le añada la contestación sin nexo alguno que lo una: el agricultor aquï siempre hemos trabajado de sol a sol.
      Al anticiparse el sustantivo, algunos de sus determinantes quedan dislocados y permanecen en la posición que debiera ocupar el grupo: los terrenos hay aquí algunos que no casi podemos metenos. Por ello se explican combinaciones poco frecuentes en la lengua oficial: los pobres aquellos muchachos. Aquí no hay ya ilusión alguna. A la vez que son más frecuentes los casos en los que la posición del adjetivo con relación a su sustantivo es indiferente para especificarlo o explicarlo.
     Estás anticipaciones, repito, afectan al sustantivo en cualquiera de las funciones que puede desempeñar : al torno y a la rueca aún hi hilao yo. En Valdemoro hay uno que dicen que es brujo. Pa Tejeda muchos años no habíamos terminau de trillar. Yo a los muchachos míos siempre se lo digo. El trabajo lo hacíamos entre cuatro y cobrabamos todos igual. A la mañana salíamos to el personal a segar en cuadrillas.
      Igualmente se ven afectadas por la dislocación el resto de clases de palabras. Si es el verbo, se menciona al principio la idea general con el infinitivo y en una segunda aparición se dan los morfemas correspondientes: metese esta gente se meten mucho; divertise el personal en este pueblo si ha divertío siempre
      Entre el núcleo verbal y su negación son frecuentes las interpolaciones: no cuasi puede hablar. Y ya no después se ha metío más. Lo que no a lo mejor cualquier señorito se mete. Pues no me paice que está. Miá no me dejes abierto.
      En ocasiones, cuando la anticipación es larga, se repiten los elementos iniciales tras los interpuestos y se crean anacolutos difícilmente admisibles en la lengua normal, dignos de cualquiera antología de figuras retóricas: dice, güeno, dice, hacen el curso ahí en la casa esa y cantan unos cantares que pa qué. Si, en di aquí si oyen como la pair esa es medianil, pos si oyen, y la prima esa mía unos cantares que tú qué sabes. Y caro pos acuden ahí al curso ese que dicen ellos. Dice, güeno, pos dicen…
    Pero es en las formas pronominales donde la anteposición es más regular y tiene mayores consecuencias sintácticas. El uso abundantísimo de pronombres, tanto tónicos como átonos, es una prueba irrefutable de que en el lenguaje coloquial el punto de mira del hablante y la pretensión continua de envolver a su interlocutor en su propio mundo interior es el auténtico motor condicionante del acto de la comunicación.
     Dada la redundancia morfonemática de persona y número en las formas verbales y los pronombres sujeto, éstos admiten múltiples posibilidades de movimiento, dando la impresión muchas veces de que se les considera independientes de su verbo: logo yo cuando ya se pone el sol les voy echando paja en las canales. Pos él tuvo que ser, por lo que dices, que no quiso irse.
     Pero en los pronombres sujeto no siempre se acude a la interposición, sino que a menudo, haciendo una redundancia, se pospone al núcleo verbal: el año que me fi yo al servicio. Deso ya casi no me acuerdo yo. Sin que pueda decirse que haya una marcada tendencia a posponerlo como se postula para el andaluz.
      Los pronombres átonos de tercera persona no ofrecen desajustes con la situación normativa y sólo aisladamente se da alguna neutralización de la oposición numérica: yo no sé a estas pobres gentes el trabajo que le harían pasar. Pero lo normal es que se mantenga clara la distinción le/lees: lo que li dicho a usté antes (le he dicho). Iba a deciles que si querían comer., En cambio si es frecuente la repetición de las formas átonas y sus correspondientes preposicionales: ¿a qué me traes a mí aquí?. Ayer tarde te lo llevaron a ti.
      Respecto a la combinación de se con las formas átonas de los pronombres de primera y segunda persona: me, nos, te, os (vos), hay que decir que el orden que se sigue no coincide siempre con el del castellano normativo: se + pronombre + verbo, típico de todo el castellano vulgar. Está ordenación pienso que está íntimamente relacionada con el predominio de la afectividad en el lenguaje coloquial. Los casos: me se cayó, me se han ido, te se suben a los pinos, unas reúmas que me se comen.. merecen una explicación más convincente que decir de ellos únicamente que son vulgarismos, y que trato de exponer a continuación.
     Junto a estos casos, hay que citar también las alteraciones de orden con relación al castellano normal que se dan en los imperativos: me dé, se calle de una vez; se tire por aí y llega antes. Sólo en un caso he documentado anticipación del pronombre átono de tercera persona le: y yo que los he visto matar una oveja y le soplar pa que se hinche . El cambio de orden, salvo en este último caso, sólo se da en primera y segunda persona, donde incide más directamente lo afectivo.
      En la combinación se + pronombre + verbo, el se parece responder al que Alarcos da en el apartado D de su estudio sobre los valores del SE: “En otros casos, /se/ está asociado forzosamente al signo verbal”. En consecuencia, si este se se siente como un elemento más del verbo, es lógico que se procure separarlo lo menos posible de su núcleo, para intentar dar cuenta de su conjunción, intercalando ningún elemento entre ambos.
     Creo oportuno señalar aquí el frecuente uso de algunos verbos con valor reflexivo medial. En antiguo indoeuropeo, con la voz media, sujeto y verbo estrechan su contacto en cuanto vienen a ser partes de una misma realidad involucrada por diferentes matices de interés, participación o intensidad. Tal parece ser el valor de casos como: ¿pero ellos que se saben? ¿O que me sé? Pos si querías te entrabas. Eso no te lo dudes.
    Abundan igualmente los llamados dativos de interés: cuándo te viene su madre a esa calle adelante; pos cuando Dios te lo quiere; no te me caigas. Estos usos vienen a confirmar una vez más que en la lengua hablada se utilizan todos los mecanismos posibles para dar cuenta pormenorizada de todo lo que se quiere expresar, de la afectividad.
     
 IV.3.a.3. ENUMERACIÓN Y REPETICIONES.
      Con la repetición de lo que se considera el centro del mensaje, el hablante consigue que sobre él recaiga nuestra atención, a la vez que logra un mayor realce expresivo. Por ello, no es raro que abunde tal mecanismo y que se convierta en una manera de traumatizar lo que se dice, si el elemento repetido es un verbo: ellos iban dijiendo, dijiendo, dijiendo lo que les paició. Pero que mucho, mucho, meterse. Y al poco el marido, el marido y los chicotes. Eso pesa mucho, mucho; una piedra así como el puño, pero que te ves negro hombre, negro. Y venía la muchacha blanca, blanca.
    Esta misma función parecen tener las redundancias pronominales: sus lo voy a dar a vosotros. Ya les he dicho a ustés que no iba a haber nadie.
    En la mayoría de los casos, con la repetición se pretende precisar alguna significación que puede no haber quedado muy clara: haces el adobo, bien adobadico. Y traíbamos unas cargas, unas cargas de leña bien preparás. La insistencia va acompañada generalmente de gestos y exclamaciones que dan la impresión de que nos encontramos ante una representación. Acaso porque el hablante desconfía de que con las meras palabras no va a ser atendido. Así, ejemplo, las indicaciones de lugar siempre se acompañan con un gesto que las señala. Los otros pronombres demostrativos, además se concretan con sintagmas preposicionales: ai en esa esquina. Ai en ese asiento. Allí en aquel entonces.
     
 IV.3.A.4. ANTÍFRASIS E IRONÍA.
      Ya hemos hablado del carácter ponderativo de las exclamaciones como un recurso más para expresar los intensivos: ¡que juergas! ¡qué jubescas!, dónde habría que incluir los giros del tipo ¡lo fuertes que eran!, ¡lo que trabajarían antes las pobres mujeres!. ¡No va ná lo en familiar que estaba antes el personal!. El mismo sentido parecen tener ejemplos como: había de veces que echábamos al carro los cuatro mil kilos. Ha habido años que nos hemos tirau los quince días segando en Zaragoza, donde la simple anteposición del artículo a un complemento, que de hecho no lo necesita, lo convierte en una auténtica exclamación.
    Pero además de estos procedimientos directos, la lengua coloquial utiliza otros que podemos llamar indirectos, por lo que, gracias o la entonación, muchos términos pasan a significar algo totalmente opuesto a su significado propio: ¡pos no nos hacían guardar poco un cajigo! ¡agora mismico te lo doy! (no te lo voy a dar) ¿pos no me dice que ha venío esta mañana (me dice que ha venido esta mañana). El procedimiento consigue indistintamente que una afirmación categórica se convierta en una negación rotunda y viceversa: ¡ y qué mal que está eso! (está muy bien).
     Otras veces la colocación del adjetivo con relación a su núcleo hace que signifique el grado opuesto a su significado propio: ¡güen pastor eres tú! ¡Mala paliza que le dieron!¡sabrás tú mucho de eso! (no sabes nada) ¡maja es esa pa meterse con ella!. Algunos adjetivos, gracias a este uso frecuente, han perdido totalmente su significado originario, tal es el caso de cicatero: cicatero gandul estás tú hecho, lo mismo que parece suceder con menudo, cuyo significado propio, si no se desconoce, es inusitado. Igualmente este tipo de construcciones crea problemas a la hora de intentar definir los adjetivos especificativos y explicativos según su posición respecto al núcleo nominal.
     
IV.3.a.5. LAS ELISIONES Y SU FUNCIÓN EXPRESIVA.
      Con frecuencia, la supresión de elementos y la suspensión de lo que se viene diciendo tiene por finalidad realzar algo que no se dice pero que se da claramente a entender: si no mirara… si no hubiá sio porque… no estábamos aquí a estas horas. Algunas de estas elisiones ya se han quedado fosilizadas: ¡luego dicen…! ¡pero hombre..! ¡pero será…! En la mayoría de los casos subyace un sentimiento de recriminación o de queja que queda realzado gracias al que sería lógico esperar. Esta concreción logra el realce más alto con las formas verbales no personales: ¡logo irán por ai dijiendo…!¡Pa abelo sabío…!¡Ya es menester…! La expresión de duda ante cualquier hecho queda manifestada casi siempre con: ¡¿Qué mi sió?!
     
 IV.3.a.6. LOS "APARTES"     
      La aproximación, ya mencionada, entre lenguaje coloquial y la representación dramática es patente en lo que generalmente conocemos como “apartes”. Como tales entiendo los susurros, casi al oído, y bajadas bruscas de tono. Además de los casos en que el hablante baja el tono de su voz por temor a ser oído por alguien del que no está dando alabanzas precisamente, es frecuente recurrir a tal procedimiento cuando se quiere hacer partícipe al interlocutor de algo que se considera trascendente y con carácter de auténtica confesión. De alguna manera se pretende dar cierta solemnidad a eso que se dice susurrando aunque no haya ningún posible oyente ajeno a los que hablan. Es sencillamente una trampa para que fijemos en eso nuestra atención, dando la sensación de que es algo importantísimo.
     
IV.3.a.7. EL MANDATO Y EL RUEGO. PROCEDIMIENTOS SINTÁCTICOS.
      No nos interesa aquí ocuparnos de la manera tradicional de expresar el mandato: el imperativo, suficientemente estudiado en todas las gramáticas. Centraremos nuestra atención en los distintos recursos de que dispone la lengua para que el hablante se dirija a su interlocutor sin esperar respuesta oral.
     El imperativo es ciertamente la forma casi exclusiva de expresar una orden categórica, pero no es menos cierto que tanto los contenidos categóricos como su expresión con esta forma verbal están en franca decadencia y se prefieren las fórmulas que mitigan la orden imperiosa. Cómo apunta E. Lorenzo intentar formalizar esto sería una labor propia de psicólogos y sociólogos, pues entran en juego la consideración que se tiene sobre el interlocutor, la propia seguridad, y en general, la estimación comparativa. Como es lógico, estas órdenes categóricas nunca se darán si el hablante se considera superior a su interlocutor. Pero también en el resto de los casos tratará de suavizar sus llamadas y serán más que nada auténticos ruegos.
     En ello tiene que ver la desaparición de una sociedad donde la excesiva autoridad patriarcal se va suavizando. De ahí los nuevos procedimientos empleados, que más que sustituir al imperativo son exponentes de nuevos contenidos. La interrogación es la forma más socorrida si se acompaña de una entonación especial: ¡¿quieres estarte quieto?! ¡¿me puedes dejar tranquilo?! ¡¿te quitas ese disfraz?!. Expresiones todas ellas más próximas al ruego que al mandato.
      El presente de indicativo mitiga igualmente la orden: luego les cobras a ellos. Te pasas por allí y te los traes, exponentes de la seguridad del que habla, que no considera oportuna una orden más tajante
    En el desgaste de la -d de los imperativos, además de las razones fonéticas, quizás tenga que ver el uso del infinitivo para la expresión del mandato, generalmente precedida de pronombre personal + a adoptando un paradigma similar a cualquier otra forma verbal: yo, tú, el, y sus plurales. No siempre se hace necesaria la presencia de la proposición y el pronombre: coger el camino y seguir palante. Andar a por agua. Pienso que no es necesario explicar estas formas como imperativos que han modificado su –d; la neutralidad temporal y modal del infinito le permite cubrir el campo que generalmente se les conoce a las formas de imperativo: tú parir, yo criaré ¡Cerrarla puerta!.. Que en ocasiones no lleva ni forma verbal. ¡la puerta! (está abierta, ciérrala). Es igualmente frecuente expresar esta orden suavizada con las formas del gerundio: andando para tu casa. Ya estás cogiendo eso.
      El presente de subjuntivo, como forma reiterativa de mandato: ¡apártate! ¡que te apartes! se ve con frecuencia suavizado con recursos ya fosilizados: miá (mira): miá no que dejís abierto. Miá que no se te escapen las ovejas.
     Son también abundantes las perífrasis para la expresión del ruego: ya estás + gerundio + gerundio: poder + infinitivo; tener que + infinitivo y deber: ¡ya estás lavando la cara! ¡vámonos diendo!, podías habelo dicho antes; tienes que limpiar la chimenea. Todas ellas son exponentes de que la lengua viva no se limita a las formas que las gramáticas han especializado para la expresión del ruego. Por lo que he podido observar, el uso del futuro con este fin, no parece demasiado frecuente. Tan sólo lo he documentado en un caso muy concreto: harás lo que yo te diga.
      Íntimamente ligadas a esta función se encuentran las preguntas de las que no se espera respuesta inmediata. Auténticas coletillas que se posponen y que son simples llamadas de atención: ¿verdá?¿sabe usté?¿no le paice?.
    Resumiendo, puede decirse que los casos en que el hablante espera una reacción no verbal por parte de su interlocutor recurre a una serie de procedimientos que ponen de manifiesto su estimación hacia el que se dirige, sobre quien generalmente no se considera superior. Aunque así lo crea, adapta sus expresiones a una serie de fórmulas que rara vez indican un mandato categórico.
     
IV.3.a.8. ADAPTACIÓN DEL SISTEMA VERBAL A LA EXPRESIVIDAD.
    Cómo es previsible, en el verbo será donde el mundo interior del hablante y su peculiar manera de ver la realidad tengan mayor reflejo. El sistema de formas y funciones que ha establecido la norma resulta insuficiente para expresar muchos matices y -con frecuencia- se cambiarán sus usos y se introducirán nuevas perífrasis que den perfecta cuenta de lo que se quiere comunicar. Convendría ver la posibilidad de incluir algunas de ellas en el paradigma verbal, manera parecida a como se incluyó el futuro.
     En la lengua viva hay gran cantidad de verbos que, sin perder su significado propio en otros casos, se convierten en auténticos auxiliares como los consagrados ser, estar y haber. Muchos de ellos son los únicos procedimientos de que dispone nuestra lengua para indicar cuestiones de aspecto, duda, deseo, que el hablante no puede dejar de expresar: acababa de comer, me la emprendía a fregar, Si lo llego a saber, echa a correr, Luego ya empezaron a venir. La lista sería inagotable, aunque se podría limitar a la expresión de incoactividad y duración. La oposición que podría establecerse con comía/fregaba no es capaz de expresar la diferencia temporal existente entre las dos acciones, que ciertamente no son simultáneas. Es necesario acudir a las perífrasis acabar de + infinitivo y emprender a + infinitivo para su diferenciación, donde parece haber un tipo de oposición similar al que distingue un pasado inmediato y un presente: he amado y amo.
    Pretender abarcar con la forma de presente toda la gama de posibilidades que conlleva como tal es simplificar demasiado una cuestión bastante más compleja. Entre el término marcado, el pasado y el no marcado, el futuro, el presente es susceptible de una gran movilidad hacia uno y otro, especialmente hacia el futuro. La diferencia entre estoy sembrando, siembro y voy a sembrar es similar a la que se establece entre los tradicionales pasado continuo, presente y futuro con una diferencia exclusivamente gradual.
      Como ya vimos al hablar del verbo, la expresión de futuro con la forma oficial: cantaré ocupa una parcela muy concreta dentro de su campo, próxima a la conjetura. Para el futuro más inmediato y próximo a realizarse se usa la forma ir a + infinitivo. Una prueba de que el hablante asocia estas dos formas con dos realidades distintas es la burla de que son objeto quienes “culturizados” vuelven al pueblo en verano diciendo: te caerás, te daré una torta.
      Nuestros hablantes tienen claro que te caerás y te vas a caer son algo muy distinto. El primero va siempre referido a un futuro lejano e hipotético, y el segundo se refiere a una auténtica aserción de algo que va a suceder de inmediato.
     Algunas posibilidades de combinación con el verbo haber como auxiliar, que el castellano culto prácticamente ha descartado, en nuestro caso gozan de un uso frecuente. Así sucede con lo que en latín estudiábamos como perifrástica y que, hasta cierto punto, parece seguir vigente: has de desear una cosa, habís de saber que a las cuatro me voy. Pues no lo había de conocer. No has de encontrarlo, ejemplos extensibles a todo el paradigma.
     Con estas observaciones pretendo dar a entender cómo los usuarios de un sistema lingüístico se resisten a desaprovechar las posibilidades que este les ofrece para distinguir cosas no idénticas en su competencia y que sólo una gramática hecha desde arriba agrupa en esquemas anquilosados. La lengua misma rara vez admite condicionamientos. Por el contrario algunos mecanismos que se consideran innecesarios, puede ser la expresión de contenidos pasivos con una forma específica, han quedado olvidados. Nunca encontraremos la estructura sujeto paciente + verbo en pasiva + sujeto agente.
      No insisto en otros mecanismos utilizados para expresar la afectividad cómo pueden ser los intensivos, diminutivo y aumentativo. La combinación de adjetivo y sustantivo con estos morfemas, sin duda tiene que ver con la toma de postura del hablante ante la realidad que designan, sin que pueda decirse que el diminutivo vaya asociado siempre a una actitud positiva, ya que en ocasiones adquiere valor irónico e incluso despectivo. En cambio si quiero llamar la atención sobre una construcción muy frecuente en la lengua antigua y prácticamente olvidada hoy en la lengua de tipo culto. Me refiero a la construcción partitiva, donde ciertamente se puede hablar de otro mecanismo para expresar la afectividad. Las construcciones que llamamos partitivas abundan en nuestro caso: había de veces; la de veces que se lo habré dicho; la de calamidades que pasaríamos entonces; con tres o cuatro pinos se cargaba un carro; ese chupa de vino como una cuba, había de mozas que no se acercaban a los hinarejos.
     
IV.3.a.b. EL PRINCIPIO DE ECONOMÍA Y SUS CONSECUENCIAS SINTÁCTICAS.
      Es un tópico generalmente admitido el hecho de que en el lenguaje coloquial las relaciones sintácticas entre oraciones de un mismo periodo se expresan con un número reducido de nexos. Abundarán, por tanto, las frases cortas y sin excesiva complejidad sintáctica a la vez que los relacionantes utilizados multiplicarán considerablemente sus usos. Pero es igualmente cierto que en otros casos se da el fenómeno contrario. Aparecerán formas nuevas para expresar la relación entre oraciones, y otras veces se les darán nuevos valores. A la que alzaban a Dios; a la que habíamos cargao el carro; a la que termines, te subas parriba (cuando). De contino (a diario),yo voy con las ovejas de contino
     Para expresar una contraposición parcial se utiliza la fórmula lo ques que (lo que es es) Quería haber ido, lo ques que no ha podido ser. Torpe no es, no, lo ques que no le da la gana.
    Son abundantes las fórmulas para expresar una condición: con que hubiá tenío pa comer me había conformau. Esto no pue ir palante, a no ser que alguien lo mueva. E incluso con como + indicativo se indica también una condición: como no se va de allí, la habían matao, como no vienen pronto nos van a arreglar. En algunos casos no creo que se daba únicamente a despiste o intento de rectificación, lo que puede ser también un procedimiento expresivo.
     Pero lo normal es la escasez de indicadores para las relaciones sintácticas entre oraciones, lo cual origina que sean abundantes las oraciones cortas, elisiones, repeticiones, anacolutos, por la intensidad afectiva que en ellas va concentrada. Lo mismo que veíamos en el campo de las unidades distintivas, el plano de la sintaxis se organiza también en torno a los principios generales de economía y claridad comunicativa. En consecuencia, no es raro que desaparezcan los elementos que se consideran irrelevantes, si su pérdida no origina trastornos de comprensión. Ocurres entonces que los procedimientos que subsisten aumentan sus valores y se hacen polifuncionales.
     
IV.3.1.b.a. SIMPLIFICACIÓN DE LOS PRONOMBRES RELATIVOS.
   Ya vimos como en que han quedado sincretizados la casi totalidad de las formas que como tales relativos se dan en el español normativo. Cuyo ha desaparecido totalmente. Cual no se usa como relativo, sino únicamente como interrogativo y casi siempre analiza el morfema género: cuál, cuála, cuálo. El mismo uso tiene quién y en el están sincretizados los morfemas de género y número: ¿quién estáis allí.?
     En todos los demás casos, la expresión del relativo está concentrada en la forma que en perífrasis con el pronombre personal: había que no sabía. Había un primo mío que mi madre lo vistió bien vestío. Esa muchacha qui ha estau aquí su madre.
    Para los casos en que la norma utilizaría el cual se acude al demostrativo + que : los muchachos esos quemos hablao. En algunos casos incluso se pierde la proposición requerida por su función sintáctica, aunque vaya sin referente pronominal: esta es la azá que escavamos; ese es el sitio que vamos de romería, donde, además, el que ha invadido el campo de los adverbios relativos: eso fue los años que yo estaba en el servicio.
     
IV.3.1.b.b. SIMPLIFICACIÓN DE NEXOS ORACIONALES.
      Dentro de las oraciones que la gramática normativa ha denominado coordinadas, creo oportunas algunas observaciones relativas a los nexos empleados y, en algún caso, al propio contenido. De los dos tipos que la RAE da a propósito de las adversativas: restrictivas y exclusivas, podemos decir que en nuestro caso no es necesaria tal división, dado que sólo encontramos las del primer tipo. Así se explica la no utilización de los nexos propios de las exclusivas: sin embargo, sino, no obstante.
      El procedimiento de unir dos oraciones con sentido adversativo queda limitado a unos pocos términos: con todo, pero, aunque, aún no, y ahora. Este último con una clara desviación semántica de su sentido propio: no hay vida como la del matrimonio, el que tiene educación y vergüenza, aura, si se ha de estar riñendo, no. Pero si cuando quieren vienen y me train un calendario, con todo, vinen y me train un calendario; aun no han de vender más que cuatro kilos y para to los días. Aunque no sé lo que será mejor. En todos los casos la capacidad constractiva es débil y generalmente suelen acompañarse de pausas, que nos indican su independencia sintáctica con relación a las oraciones que unen y en las que parecen desempeñar una mera función ilativa. De ahí que casi siempre vayan antepuestos: aun así, aun nos juntábamos quince o veinte.
     Respecto al conector más extendido de las coordinadas copulativas, y hay que hacer algunas precisiones: la escasez de partículas y locuciones relacionantes de oraciones hace que algunas de las que quedan aumenten sus valores y sean susceptibles de uso en cualquier momento, aunque nada indiquen sobre la relación existente. El caso más patente es la multiplicidad de funciones del conector y, al no influir para nada en la estructura sintáctica de las oraciones que une, pásate por allí y le llevas la sal (finalidad). Comíamos güenas sartenes de gachgas y no teníamos otra cosa (causal). Están por ai sueltos y ellos mismos se recogen (concesiva). Coge el camino y lo ves (condición). Vienen de segar y ya están pidiendo la comida (temporal). Decir por tanto, que y establece una relación “copulativa”, supone dejar fuera muchas otras relaciones que se indican con tal conector. Por ejemplo, destacar el miembro que introduce: se juntan y van a cazar jabalís, y lo mal que está eso. Nu i estau en su casa ¡y no voy a estar! (no ha estado en su casa). Y había uno y se ve que había ido a por leña.
    Acaso por razones fonéticas como ya hemos apuntado, u es el único indicador disyuntivo en todos los contextos: ¿vienes u qué? ¿lo habrá hecho él u lo habrá comprao?
     Pero sin duda es que el conector que ha asumido más funciones. Su estado coincide prácticamente con el descrito por Lapesa para el español medieval. La división que Alarcos hace en tres tipos de que: que conjunción, que relativo y que comparativo y consecutivo es perfectamente válida, si en que incluimos todos los tipos de relaciones que pueden establecerse entre oraciones. En efecto, que no sólo tiene valor completivo, causal, condicional, etc… acompañado de transpositores: por, para… sino que es frecuente que el simple que asuma funciones que en la lengua culta se expresan con conectores anticipados. No es raro encontrar un simple que expresando causa, finalidad, condición, dado que en él se sincretiza la idea de estos conectores: que no quieres ir, pos te quedas. Taparon aquello que no se enterara la gente. Vino corriendo que se le habían caído los machos. Les echamos unos polvos que no se echen a perder.
   Además de expresar un realce afectivo en frases como: ¡que hubíamos tenío pa comer! ¡que no lo sabrán ellos! el que se utiliza como auténtico comodín sintáctico y resuelve periodos inconexos gracias a la multiplicidad de funciones que ha asumido: echábamos unas parvas que si no las movías entre dos u tres no podías con ellas.Y to los días lo mismo, to los días lo mismo, que ya no pude yo aguantarme.
     En general, es el recurso intermedio para expresar múltiples funciones y en ocasiones, por su excesivo uso, no indica ninguna: con queso (con que eso); mira que entonces ocho hijos, aura que a Valencia ibas y no entendías na; con que me acerco y cátatela, abierta; pero que si lo dijera como lo sabía… Con él se introduce el estilo directo: pos ya dice esa: quimos dicho que no entramos y no entramos. Aunque casi siempre se opta por la solución del estilo indirecto libre: viene el Chafarinas ese del Nicolás y dice que no sé qué que no sé cuántos que no sé por cierto. Decía que hay ay que ver ques verdá, es qui antes bailaban muchas jotas.
     
IV.3.1.b.c. ALTERACIONES DE SENTIDO EN LOS MECANISMOS SINTÁCTICOS DE RELACIÓN
     La lucha que se da en el lenguaje coloquial entre tendencia a la economía por un lado y riqueza expresiva por otro, origina frecuentes cambios de sentido en algunos relacionantes respecto al suyo propio. Hemos visto el caso de que. De manera parecida, como, originariamente modal, ha adquirido otros usos: como no nos den el préstamo estamos perdidos (condicional). Como ya le habían dicho aquello, él fue; como la burra la había matao antes (causal); aquí, como no sea el tío Evaristo, nadie se lo sabrá decir; pos aquel, como vido aquellos trabajando, lizo gozo aquello (le hizo). Como era a la mañana pronto.
     De la misma manera las expresiones de lugar y tiempo entrecruzan frecuentemente sus funciones: allí era la diversión del mundo (entonces). Y claro, como ella tenía más lugar (tiempo) pa hacer aquello, pos lo hacía ella. San Sebastián está ai mismo ya (pronto). Ai en un instante (en un instante) está su casa. Otras veces se dan alteraciones de matiz dentro de un mismo concepto: de mientras podemos ir corriendo (entretanto); mientras no llueva, no podemos sembrar (hasta que), de que tú te quieras ir, ya no estamos aquí: de que se quisión dar cuenta. Les das lo que quierany entuavía no se conforman (mezcla de todavía y aún así) Endi aquí cuasi se te ve (desde) Dasta con el alcalde estuve (incluso).
    En general puede decirse que hay gran flexibilidad en el empleo de los relacionantes con diferentes matices. A veces lo que puede parecer un uso distinto puede ser sencillamente una manera de expresar un matiz diferente gracias al significado del que debiera ir y al del que realmente va. Así por ejemplo: al ir a su casa/cuando iba a su casa, no deja sin expresar el matiz continuativo que evidentemente tienen. Algo parecido ocurre con: desde/ande.
  Otras veces algunos términos son locuciones se convierten en expresiones temporales sin que ese sea su significado propio: no hemos hecho na más que comer. A la que se dio cuenta. De continuo con las ovejas. De seguida que veníamos nos juntábamos todos en la plaza. Todos ellos señalan la circunstancia temporal con mayor viveza y expresividad que los términos propios cuando, continuamente.
   Llama poderosamente la atención el hecho de que la expresión de lo que puede llamarse tiempo “cuando”, se hace con a la: a la mañana pronto se toma una tacita de leche y ya no toma ná hasta la noche. Al verano aquí se llena esto de gente. A la noche nos juntábamos en las cuadras. Cómo era a la mañana pronto… construcciones idénticas a sus correspondientes en catalán: a l'estiu, al mati, a la tarda, al cap vespre.
     
APÉNDICE I
   En este apartado transcribo fonéticamente algunas de las contestaciones de mis informadores sobre campos semánticos concretos: la consideración sobre su propia lengua y la denominación de los aperos de labranza, que a la vez pueden servir de ejemplo de algunos de los rasgos fonéticos generales más destacados.
      Incluyo también una selección de las respuestas de los hablantes entrevistados que, sin hacer una trascripción fonética ortodoxa, procuro reproducir la pronunciación de dichos hablantes con grafías normales y con el fin de que se tenga una idea aproximada del habla real de nuestros informantes.
   A.- [Akí no sabemos ablára/ äj en arjagila i taraywelas te sáben esplicár de tó// perw akí semos tós unos analfabétos// ké bw a iθir// pa sembrár mizmo/ te sáben esplikár l kes mexor// pa ablár kon la xente/ Pa tó/// i gj usté dj akí a san martín se nota tamjén la diferenθja/ ai entwadía ai más kortedá/ aun son más pobres ke nosotros]
   B.- ¿Qué tipo de arado utilizan aquí para labrar?
     [pos mj usté akí antes abía uno ke li i iθiam bertedéra/ kon una pala kj algunos li iθen rusá// eso pa sembrar]
    ¿Tienen alguno especial para labrar las viñas y los huertos?
     [ombre kláro/ está el forkate/ la carúga j el xetafe]
      ¿Cuál es la diferencia entre ellos?
     [pos mj usté/ los tres levan unas baras pa meter la cabalería/ pero ká uno es pa una kósa/ el forkáte leba una palexa komw el rusá pero más pekena pa labrar las panocas/ el maiθ/// la caruga es lo mizmo pero kon dos palas ke se le da la gwelta/ logw el xetafe es komw el aráu/ sim pála/ pa binár]
     
APÉNDICE II
    Doy a continuación un vocabulario seleccionado con el que intento demostrar una vez más ese carácter de cruce del habla de nuestra zona y al que he venido refiriéndome durante todo el trabajo. El criterio de selección que he seguido atiende de forma prioritaria a incluir aquellos términos documentados en mis encuestas y que se dan como aragonesismos en otros trabajos de este tipo, por lo demás, son términos que en su mayoría el DRAE y el DCELC de Corominas localizan en alguna de las provincias de características lingüísticas similares a nuestra zona, con lo que se confirmaría una vez más la hipótesis central de nuestro trabajo.
     En cada uno de los casos, junto al significado atribuido, he procurado contrastar la interpretación que del mismo término se hace en los trabajos similares que he manejado, tomando siempre como referencia el DCELC de Corominas.
     Está lista reducida, que evidentemente pudiera ser ampliada, trata de dar cuenta de cómo algunas cuestiones que en principio son externas a la lengua: Historia, movimientos migratorios, geografía… llegan a influir en la configuración de un sistema lingüístico. En nuestro caso, la invasión del castellano ha ido borrando aquellas características que en otro tiempo pudieron ser generales, peo que todavía hoy podemos encontrar en restos suficientes que nos permiten hablar de la confluencia de esos tres dominios lingüísticos diferentes a los que nos venimos refiriendo: castellano, catalán y aragonés.
   El conjunto de los términos aquí seleccionado confirma la existencia de ese dominio lingüístico intermedio que se extendería a lo largo de todo el Sistema Ibérico, desde la Rioja hasta las costas surorientales de la Península, como postula Diego Catalán en el artículo ya citado.
   Por otra parte, en este vocabulario se incluye también aquellas palabras que no se registran en el DRAE y que son usadas normalmente por nuestros hablantes con significados muy particulares que se indican en cada uno de los casos.
 
VOCABULARIO SELECCIONADO.
A
         
ABABOL-. Amapola. Ver F. Monge, RDTrP. 1951, p. 211 quien lo sitúa en Aragón, Murcia y Navarra. Como es lógico, para esta y otras palabras aquí seleccionadas habrá que extender su uso a nuestra zona y a la mitad oriental de la provincia de Cuenca.
ABARRENAO.- Valiente, casi temerario.
ABLENTAR.- Forma que generalmente se admite como la correspondiente aragonesa aventar.
ADAZA/ARAZA.- Maíz.
AGUAIRAS.- Aguaderas, pronunciado así por la pérdiad de -d- y la tendencia a formar diptongos. Armazón de esparto que se coloca sobre la albarda de las caballerías para transportar el agua y la merienda de los segadores.
AINAS.- Casi, por poco, siempre se realiza con diptongo
AITA/ITA.- Mojón.
ALADRO.- Arado. Situado por el DRAE en Aragón y Navarra, aunque aquí conviven ambas formas.
ALBACORA.- Breva, higo negro y alargado; del arab. hisp. Albacura; de uso muy extendido en todo el Levante.
ALBORGA.- Alpargata de lona con suela de esparto; del arab. hisp. albulga; su área de uso parece ser muy amplia, especialmente en la Mancha Oriental.
ALCARTESA.- Artesa. Por cruce de arca y artesa, especialmente utilizada para la cura de jamones.
ALMAINA/ALMADANA.- Mazo de hierro con astil de madera para romper piedras, especialmente las de los hornillos de yeso. El DRAE lo sitúa en Murcia como vulgarismo.
ALMOTACÉN.- De origen arabe, oficial encargado de vigilar y contrastar las pesas y medidas en el mercado del pueblo
AMAGARSE.- Esconderse.
AMOLAIRAS.- Dos palos de roble de forma cilíndrica para moler la sal del ganado; pronunciada así tras la pérdida de -d- intervocálica y la consiguiente formación del diptongo.
ANIACA.- Trato anual que se hacía con los pastores y trabajadores del campo en general o su correspondiente salario. Del arab annafaqa. Moliner lo sitúa en Murcia
ANSA.- Asa. Convive con la forma del castellano general; aunque hay que relacionarla con la conservación del grupo -ns- en Aragón.
ANSIAS.- Naúseas. Zamora Vicente lo sitúa en el habla albaceteña.
ARBOLLÓN.- Gatera.
ARCÁ.- Golpe de mies que se coge con la corvella.
ARDACHO / GARDACHO.- Lagarto. El DRAE lo da como propio de Álava y Navarra.
AREL.- De origen catalán, erer, criba grande en forma circular o rectangular para limpiar el trigo en la era.
ARELAR.- Limpiar el trigo con el arel.
ARGUELLAO.- Traspellado, desmayado. El DRAE lo da como verbo y lo sitúa en Aragón.
ARRENGAR / DERRENGAR.- Estar molido, desriñonao. El DRAE sitúa el verbo ringar en Albacete y Andalucía con este mismo significado.
ARREÑAL.- Cercado próximo a la casa, dedicado antiguamente al cultivo del azafrán. Seguramente relacionado con el céltico brinos, de donde el DRAE deriva brenca, filamento de la flor del azafrán. Corominas, sin citar arreñal, da como derivado esblencar "desbriznar" y lo localiza en Cuenca.
ASCLA.- Astilla que se clava en la piel. Ver F. Lázaro, El habla de Magallón. El resultado de esta forma está relacionado con la evolución del grupo c'l para Aragón.
AUQUIAR.- Voz de los pastores, de sonido onomatopéyico que imita el aullido de la zorra.
AZACANARSE.- Afanarse, empeñarse tercamente en algo.
B
BAJOCAS.- Judias. El DRAE lo da como murcianismo y se refiere a judías verdes. En nuestro caso es para cualquier clase; y si son verdes y grandes bajucones. Corominas lo deriva del catalán bajoca.
BÁLAGO/BALAGUERO.- Paja que se deja en un rincón de la era para que sirva de cama al ganado durante el invierno. Es frecuente también la forma balaguero.
BALEO.- Estera de esparto, de distintos tamaños y usos, que podía servir para arrodillarse en las tareas domésticas o incluso para recoger el trigo que se arelaba en la era.
BARCHILLA.- Medida de capacidad para cereales, equivalente a medio almud. El DRAE lo localiza en las provincias de Valencia, Alicante y Castellón con diferente valor, aunque habría que extenderlo a toda la mitad oriental de la provincia de Cuenca.
BARDAL.- Cierre de las paredes de los corrales que se hace con enebro y aliagas para protegerlas del agua y la nieve, así como para evitar el acceso de alimañas.
BARRACA.- Teñá o cualquier otro albergue que se hace en el campo y tomado claramente del catalán hablado en Valencia. Es frecuente su conservación en la toponimia de todo el Marquesado, especialmente en la zona sur.
BARRAL.- Porrón. El DRAE lo da como aragonesismo, aunque con otro significado. Corominas lo relaciona con el árabe barrada "refrescar"
BARRASTRA.- Tabla para recoger la mies trillada en la era utilizado en Aragón y Rioja. La forma convive con allegaor.
BARZÓN.- Aro que cuelga del yugo para que entre el timón; medianas.
BOBANILLA.- Muñeca, parte final del antebrazo; su origen puede estar relacionado con covanilla, diminutivo femenino de cuévano.
BRENCÁ.- Conjunto de piedras que delimitan y definen el hueco de la puerta en las barracas y parideras. También se denomina así al palo que se sitúa como dintel y, por extensión, cualquier poste de madera o estaca que sirve de travesaño en puertas y ventanas. En Henarejos se denomina así un muro donde los vecinos se sentaban a tomar el sol.
 
C
CABRIOS.- Palos situados a modo de tirantes en los tejados para sujetar los terillos.
CAJIGO.- Quejigo; pronunciado así por un fenómeno de disimilación.
CALINA/CALORINA.- Calor desmesurado, gracias al significado morfológico que le añade el sufijo -ina. María Moliner da como murcianismo la forma calina.
CALOÑA.- Multa que se imponía por cometer determinadas infracciones, como invadir un vedado, sustraer algún fruto, etc. en este mismo significado, María Moliner lo da como arcaísmo.
CAMBRA.- Cámara, forma que se considera característica de las hablas rurales aragonesas
CANSINO.- Cansado. Zamora V.RFE, XXVII da la forma cansina para el habla albaceteña.
CARFOLLA.- Hojas que envuelven la mazorca del maíz.
CELLO.- Aro de metal que llevan las cubas y que también se pone a los yugos abiertos. Con este mismo significado lo documenta F. Monge, RDTrP. P. 214 para el habla de Híjar, en el Bajo Aragón.
CENCÍO/SENCÍO.- Pasto no hollado, por el que hace tiempo que no ha pasado el ganado.
CEÑAJO.- Riscos grandes en vertical y con partes más estrechas en la base. Esta evolución fonética es la propia del castellano general aunque también se encuentra cinglo propia del aragonés.
CERNEJA.- Cuerda de esparto, y especialmente con la que se hacía la suela de las alborgas, aunque también se dice del pelo que tienen las caballerías entre la caña y la cuartilla.
CIAZO.- Cedazo, criba muy tupida para cerner la harina; pronunciada con diptongo tras la pérdida de -d.
CIMBEL.- Señuelo para atraer a los pájaros y que está relacionado con el catalán cimbell, que son los platillos o campanillas utilizados para imitar el canto de las aves.
CINGLA.- Torca. Forma que se explica por el resultado del grupo ng'l para el aragonés.
CISCLA.- Cinta que se hace con esparto o farfolla, en forma circular, del árabe siqlab. La forma cisclón que Corominas da como aragonismo, se explica por el cruce con el vasco txistor.
COCHURA.- Masa o porción de pan que se hacía para cocer; del latín coctura.
COCIOL/CORCIOR.- Vasija de barro donde se hacía la colada, aunque puede tener significados más amplios y cuya segunda realización tiene que ver con la neutralización de -l y -r. En Talayuelas, junto al Pico Ranera, hay un paraje denominado Los Cocioles, donde seguramente se encontrarían vasijas de este tipo.
COLBETERA/CORBETERA.- Cobertera, tapadera de los cacharros; un paraje de Pajarón son las corbeteras, donde se observa una clara metátesis.
CONTINO.- Continuamente y también al instante, especialmente en las locuciones adverbiales de contino y alto contino; forma arcaica extendida en Aragón.
CORAMBRE.- Piel de vaca utilizada para hacer un recipiente.
CORDELLATE.- Tejido basto, generalmente de lana, para formar los cordeles.
CORNIJAL.- Esquina estrecha de tierra de labor, difícil de labrar.
CORVELLA.- Hoz. Si es pequeña y tiene una vuelta en la empuñadura, es corvellote y se utiliza para segar forraje.
CORVELLÓN.- Corvella que se sujeta a una tabla y que se utiliza para cortar el forraje para el ganado.
CORVO.- Gancho de madera que, atado en el extremo de la soga, sirve de tensor para sujetar las cargas de leña.
COYUNTERO.- Compañero con el que se formaba sociedad para hacer un par, una yunta.
CUEZA.- Medida que utilizan los molineros para maquilar y cobrar la molienda.
CHAMBERGA.- Surco grueso hecho con el arado y que se traza de punta a punta de la besana.
CHARUGA.- Apero de labranza, con dos palas que se dan la vuelta.
CHIFLAR.- Silbar, del latín sibilare y relacionado con el resultado de la -s inicial latina en Aragón.
CHULLA.- Chuleta. El DRAE lo da como aragonesismo. Ver Pidal, Gramática, cap. 5c, 8, 10. Corominas lo cita como murcianismo y albaceteño y lo da como valencianismo local. Ya Covarrubias Tesoro lo da como "vocablo valenciano".
CUTIO/CUITIO.- Día de trabajo; del latín quottidianus, que en Aragón se conserva como cutiano.
DALLA.- Guadaña. Para su extensión véase M. Alvar, "Léxico catalán en tierras aragonesas", en Archivo de Filología aragonesa, AFA, XII-XIII, p. 361.
DESTA/DISTIA.- Hasta
 
E
ENJARETAR.- Aunque tiene varios significados, el más frecuente es sinónimo de endilgar, hacer algo con prisas y de manera embarullada.
ESBERO.- Herbero, esófago de los rumiantes que se extrae junto con la asadura y que se cierra con una cuerda para evitar que salga la inundicia.
ESBUZAERO.- Escurridero por el que se hacían deslizar los pinos cuando estaban difíciles de arrastrar.
ESCARFOLLAR.- Pelar almendras y panochas.
ESCAVILLO.- Escardillo, azada pequeña para escardar, a cuyo cruce de palabras puede obedecer el término. El DRAE lo sitúa en Albacete.
ESCOSCORAR.- Quitar la piel de la almendra o las nueces; con el mismo significado el DRAE da la forma escocar para Aragón.
ESCRIÑO.- Cesto hecho de paja de centeno, con adornos exteriores, donde se colocaba la masa para fermentar.
ESCULLA/ESCUILLA.- Vasija de forma muy abierta en la boca y estrecha en la base que sirvía para "escullar" el caldo de las sopas o cualquier otro líquido.
ESFOLLINAR.- Quitar el hollín; forma que está relacionada con la conservación de f- inicial en Aragón.
ESOTRODÍA.- Pasado mañana, con carácter marcadamente arcaico. Con este mismo significado es usado por Cervantes en Quijote II, III; cfr. Carlos Fernández Gómez. Vocabulario de Cervantes, RAE. 1957
ESPICAZAR.- Desplazar los pinos por una pendiente con el fin de acercarlos al cargadero.
ESVARIAR/ISVARIAR.- Resbalarse. La segunda forma figura como aragonesismo en el DRAE. En cuanto a la primera compárese con el catalán esabarar.
FALDAL/FALDAR.- Parte del traje típico y, en general, delantal que usan las mujeres. El DRAE da este significado para Cuenca.
FALDIEGUE.- Jalbegue, jalbiegue, blanquear las paredes con cal.
FALORDIA.- Mentira. Al DRAE lo da como aragonesismo y murcianismo y como posible catalanismo. Documentado por Peralta, Borao y G. Soriano.
FARDACHA.- Aplicado a una mujer, medio puta, un tanto ligera de cascos. Significado relacionado con gardacho.
FARINETA.- Harina de almortas. El DRAE lo da como aragonesismo y su forma está relacionada sin duda, con la conservación de -f inicial para el aragonés.
FEMERA.- Lugar donde se deposita el fiemo.
FIEMO.- Estiércol, localizado en Aragón, Navarra y Rioja por el DRAE.
FORCATE.- Arado de varas para una sola caballería. El DRAE lo sitúa en Alava, Aragón y Rioja, como derivado del aragonés Forcat<furcatus. La misma localización le da Corominas. Convive con jetafe.
FORCATÍN.- Horcate. Apero para enganchar los tiros de la caballería.
FORCO/HORCO.- Especie de horca de grandes dimensiones para cargar la paja en las angarillas.
G
GALGA.- Palo que sirve para frenar las ruedas del carro de pértiga.
GALLUGAS/GALLUBAS.- Comedero/bebedero para el ganado y hecho de madera. Con esta misma forma se nombra tambíén la curva del yugo.
GARBA/GARBÓN.- Gavilla, referida especialmente a la leña y al forraje. También referida a los manojos de cualquier clase de planta. El DRAE lo sitúa en Aragón y Murcia como gavilla de mies, y en Navarra como gavilla de hierba para pienso del ganado.
GAVETA.- Cajón corredizo en las mesas de la cocina. También recipiente de cinc o plástico, ancho y con asas que se utilizaba para hacer la colada; de clara influencia catalana.
GRAMAR.- Machacar el cañamo para convertirlo en gramante. Forma que, sin duda tiene que ver con la confusión B/G en posición inicial.
GÜEÑA.- Embutido hecho de los bofes y otras vísceras de cerdos y ovejas. El DRAE lo da como aragonesismo.
GUIÑOTE.- Juego de cartas parecido al tute. Sólo se conoce en las localidades situadas más al Norte y parece ser un juego propio de las zonas aragonesas.
H-I-J
HARINOSA.- Pan hecho con mucha harina para que esté sobao y con harina espolvoreada por encima.
HUÉRGINA.- Topónimo de uno de los pueblos del Marquesado, "lugar con muchas huertas", del celta orga, al que se le añade el sufijo aumentativo -ina, tan frecuente en la zona.
INGÜENTO.- Ungüento. Cualquier tipo de preparado medicinal para uso externo, pronunciado así por un proceso de dismilación
INTE (en el).- En el momento, al instante.
JARETA.- Cualquier tipo de trenza, pero especialmente la que se hace de esparto o cáñamo para la suela de las alborgas, relacionado con el valencianismo xareta y este con el árabe hisp. Sarita.
JETAFE.- Arado con doble vertedera y reversible que se utiliza para labrar los huertos.
JORGUÍN.- Hollín, restos apagados de la lumbre; con ellos se "enjorguinaban" los niños.
JOVENZANO.- Muchacho, adolescente, mediante el sufijo -zano, tan frecuente entre nuestros hablantes.
JUBESCAS.- Juergas, con la misma raíz de jubar (jugar).
JUMERA.- Humareda, especialmente cuando rebocaba la chimenea de la estufa o la lumbre.
L
LATA- Vara larga para varear las nogueras y los almendros, aunque también para colgar los embutidos.
LAVIJA.- Clavija.
LEBRILLO.- Vasija de barro más ancha por el borde que por el fondo, que se usa para adobar la carne de los chorizos. La forma lebrilla, también documentada por Zamora Vicente la da él como aragonesismo.
LEGONA.- Azada de pala ancha y ligera, especialmente la utilizada para amasar.
LIBORTE.- Cadena larga utilizada por carreteros y arrastradores.
LINCHA/KINCHA.- Trozo largo y estrecho de terreno.
LUBIO/YUBO.- Yugo. Conviven ambas formas. Ver García de Diego, RFE, III, p. 310
LLANDA.- Bandeja de hojalata que se utiliza para meter los mantecados y las galletas en el horno. Zamora Vicente lo da como murcianismo.
LLARES.- Cadena para colgar recipientes en la chimenea y es una forma que está relacionada sin duda, con la palatalización de l- inicial en aragonés
LLETA.- Hoja tierna de los sembrados y relacionada con el catalán folletta.
M
MAMIA.- Oveja o cabra con una sola ubre.
MANTORNIAR.- Volver a labrar y sembrar la tierra cuando ha nacido mal la primera simiente.
MARDANO.- Morueco. Es menos usado que la forma general murueco. El DRAE lo sitúa en Aragón y Murcia. Ver F. Monge, RDtrp 1951. p. 222
MÁRREGA/MARREGÓN.- Lienzo basto de lino o cáñamo que, entre otros usos, podía servir de toalla. Moliner lo sitúa en Aragón y Rioja lo relaciona con jergón y jerga, tela tosca con la que se hacían los colchones.
MATACABRAS.- Viento del Norte, generalmente acompañado de ventiscas de aguanieve.
MATACÁN.- Liebre grande y vieja, experta en burlar al can; un segundo significado es también el de mata grande de encina, que el DRAE da como murcianismo.
MEADINA.- Meada grande, cuyo significado morfológico le viene dado por el sufijo -ina, que pervive en palabras como peñacina
MELGUIZO/MELLIZO.- El DRAE lo da como propio de Andalucía.
MOLTURA.- Lo que cobra el molinero por moler. Convive con maquila.
MOLLA.- Con el significado general de "parte magra de la carne", y también con el que el DRAE da como murcianismo: "miga de pan". Ver Monge, RDtrp p. 222
MORENO.- Hollín molido para aplicar en las heridas que se les hace a las ovejas durante el esquilo.
MOYUELO.- Salvado fino que queda al apurar el cernido de la harina.
N-Ñ
NARRIA.- Apero de madera que sirve para arrastrar grandes piedras con las mulas.
NOVENZANOS.- Recién casados, donde el sufijo -zano añade ese significado aspectual de inicio.
NUBLO.- Nulo grande, donde se puede observar la conservación del grupo b'l <nubillus.
ÑUDO.- Nudo, relacionado sin duda con la tendencia aragonesa a palatalizar la n-.
O-P
ONCETE/BACINO.- Especie de hoz para cortar zarzas.
PAIDERA.- Paridera, teñá.
PANOCHA/PANOJA.- Mazorca de maíz.
PANSADO.- Persona muy delgada, relacionado con la conservación de -ns en aragonés
PANSÍO.- Pasado, especialmente la fruta. El DRAE lo da como murcianismo derivado del catalán pansir. Una investigación más detallada de todas estas palabras, que se piensan tomadas del catalán, podría aclarar si algunas de ellas, más que tener tal origen, no son propias del dominio lingüístico de tránsito tantas veces evocado
PESAMBRE.- Pesadumbre. Convive con pesumbre. Ver Zamora V. RFE, XXVII, para el habla albaceteña.
PESCATERO.- Pescadero. Relacionado con la conservación aragonesa de sordas intervocálicas, que también se extiende a zonas meridionales.
PICALBA/PICALBONA.- Oveja con una mancha blanca en la cabeza.
PIUCOS.- Un tipo de calcetines.
PLEGAOR.- Tabla para recoger la parva, que convive también con la forma barrastra.
PLEGAR.- Recoger. Ver lo dicho sobre la conservación del grupo pl- en el apartado correspondiente.
PODAL.- Hachuelo que sirve para cortar leña y podar al mismo tiempo.
POYA.- Pan que se le daba a la hornera por el trabajo de cocer la masa. Corominas recoge la forma poyar "pagar de poya"; lo da como aragonesismo antiguo.
POZAL.- Cubo de cinc en general, y no especialmente el utilizado para sacar agua del pozo. Compárese con el catalán poal. Alcover.
PUMA.- Ciruela; con este mismo significado Corominas lo sitúa en Albacete, aunque su extensión sería mucho más amplia y coincidiría con el espacio lingüístico de tránsito entre el castellano y el catalán que tanto venimos evocando.
PUNCHA.- Clavo que se utilizaba para el cosido de las abarcas y, por extensión, cualquier otro pequeño clavo.
Q
QUE MI SIO.- Qué me sé yo, auténtico tratado de economía fonética.
QUINAL.- Trípode para sacar tierra de los pozos y para pesar con romana grandes cantidades.
QUINCHA.- Trozo de terreno alargado y en bancal.
R
RECENTAURA.- Porción de levadura que se queda para fermentar otra masa y que se pronuncia así tras la pérdida de -d-.
RESURASE/RASURASE.- Afeitarse, pronunciado así por un proceso de asimilación y por la desaparición de r en posición implosiva.
REJAILLA.- Vara con una especie de paleta en la punta para limpiar el arado. Ver J. Fernández Sevilla, Formas y estructuras en el léxico agrícola andaluz, Sevilla, 1975
REÑEGAR.- Reñir, regañar. Arcaísmo que se mantiene por cruce de palabras y cuyo origen estaría en el latín ringere.
RINGLERA.- Hilera, fila de cosas puestas en orden una tras otra; relacionado con el catalán renglera.
RISCLA.- Rodilla hecha con encañadura o farfolla del maíz para que sirva de soporte al caldero cuando se aparta de la lumbre.
RUMIANTO.- Hierro oxidado o cualquier tipo de escoria. También es frecuente utiliarlo como sinónimo de tacaño.
RUSÁ/RUSAL.- Arado con una vertedera grande para hacer labores profundas.
S
SAMUGES/SEMUGES.- Amuges, palos de madera que se colocan encima de las albardas para acarrear la mies con caballerías.
SAGATO.- Hoguera, especialmente la que se hace en el campo para calentarse o asar.
SANOCHAR.- Trasnochar, y que en Cardenete ha dado origen a la peña que ya ha traspasado sus fronteras, los sanochaores.
SECURRIO.- Despectivo de seco, gracias al sufijo -urrio, que aparece en otros casos como bodurrio, tonturrio
SENCIDO/CENCIDO.- Terreno con brotes nuevos de hierba por haber transcurrido un tiempo sin que haya pasado el ganado. El DRAE lo da como aragonesismo.
SENOJIL.- Liga para sujetar las medias, tanto en hombres como en mujeres y relacionado con Henojil, con añadido de una s- en el plural, los senojiles, como sucede en amuges y samuges; es frecuente también la forma sinojiles, por asimilación.
SILRE.- Sirle, por metátesis de la pronunciación en el español general; excremento triturado del ganado ovino cuando no tienen "cama".
SOMOSTA.- Nudo final en cualquier atado como cierre de seguridad.
T
TABAQUE.- Del árabe tabaq; canastillo de mimbre para llevar la lana y la costura.
TENILLA.- Tinaja pequeña, tinajilla; del latín tinácula, con la evolución general del grupo c' l en castellano
TEÑÁ.- Corral en el campo para encerrar el ganado, con una parte cubierta y otra destechada que en algunas temporadas era vivienda habitual de los pastores.
TERILLOS.- Tablas ligeras y poco elaboradas que se situaban en los tejados sobre los cabrios para apoyar las tejas.
TORCE.- Palanca, tuerce, que se utiliza para sujetar las cubas de la resina o del vino, así como las cargas de pinos.
V
VEDERO.- Turno. Con la raíz de vez.
VEDRIAO.- Vajilla, no necesariamente de vidrio, sino que constituía el conjunto de uso diario y que se fregaba en algún arroyo cercano.
VELILLA.- Cerillas. El DRAE lo sitúa en Albacete, Andalucía y León, aunque su extensión es mucho más amplia.
VERRIONDA.- Hembra en celo, especialmente aplicado a las cerdas.
Z
ZAHONES.- Prenda de lona o esparto que se ataba a ambas piernas y con peto para las faenas de siega, esquilo...
ZAMBURRIO.- Zafio, bruto, acaso formado por zambo y el sufijo despectivo -urrio.
ZAMPLOÑO.- Sapo, ponzoño, muy extendido en todo el Marquesado y en Aragón; acaso por cruce del sapo y ponzoño, por la evolución de s- inicial en Aragón.
ZAPE.- El último, en general, pero muy especialmente en los juegos de cartas.
ZAQUE.- Del árabe zaqq, recipiente de cuero para transportar el agua.
ZUMBEL.- Manifestación exterior de semblante ceñudo; enfadado y andando rápido. Con mucha probabilidad influido por Zimbel
ZURO/ZORO.- Corazón de la Panocha, que soporta los granos.
 
CONCLUSIONES.
      De lo dicho en las páginas precedentes, pueden extraerse algunas conclusiones que trato de resumir a continuación y que entiendo confirman la hipótesis central de nuestro trabajo. He partido de una introducción geográfico-histórica que pretende ser la apoyatura externa de las consideraciones estrictamente lingüísticas que hago después. Allí se ha podido ver cómo el Sistema Ibérico, en el que se sitúa nuestra zona, es el marco de un movimiento demográfico continuado a lo largo de la historia que, partiendo de tierras aragonesas y riojanas, se extiende hasta las costas surorientales de la Península a través de las depresiones de los valles de dicho Sistema. Razones comerciales y sociopolíticas han hecho que se mantuviera esta constante histórica y que los habitantes del Marquesado hayan conformado su particular historia cultural y, desde luego, lingüística. En estos movimientos migratorios hay que buscar el origen, la fecha y disposición de los pobladores iniciales de la zona estudiada, así como sus relaciones posteriores con las implicaciones consiguientes en la conformación y uso de su lengua.
     En la repoblación de estas tierras parece claro que participaron indistintamente individuos riojanos, altoaragoneses y ultrapirenaicos, que presumiblemente tuvieron que condicionar la configuración de un sistema lingúístico en el que incidirían las características de cada uno de estos grupos étnicos y las del propiamente castellano, con el que vendría a confundirse.
     Ahora bien, la tardía pero acusadísima castellanización de estas tierras, lo mismo que hizo inviable la creación de un estado intermedio entre Castilla y Aragón, hace que ese presunto sistema lingüístico originario haya ido perdiendo sus peculiariedades, por la continuada invasión del castellano. Pero la proximidad geográfica y la mayor facilidad de comunicación con Aragón y Valencia han hecho posible que todavía hoy encontremos algunos de los rasgos propios de ese dominio lingüístico prácticamente desaparecido, aunque constatable todavía en muchos de sus rasgos originarios.
     En consecuencia, junto a tratamientos propios del castellano vulgar general, encontraremos otros que pueden obedecer a cuestiones puramente dialectales y que quedan reducidos a casos muy concretos pero significativos. De cualquier manera, tanto unos como otros -los usos dialectales y los propios del castellano vulgar- pueden ser interesantes para un mejor conocimiento de nuestra geografía lingüística. Como muestra de esta confluencia de resultados en el plano de las unidades distintivas, destaco los siguientes aspectos:
En el Vocalismo:
     - Junto a los resultados castellanos de o y e latinas, perviven casos que se aproximan a los propios del aragonés.
     - La tendencia generalizada en todo el dominio hispánico a deshacer el hiato es en nuestro caso muy pronunciado;lo mismo que se señala para el aragonés. Se utilizan para ello dos procedimientos:
          a) Cerrar las vocales /e/ y /o/ en [i] [u].
          b) Intercalar un elemento consonántico antihiático, generalmente b, g, y.
      - En cuanto a la acentuación esdrújula, no parece haber la aversión típica del aragonés. En cambio, sí hay que señalar la presencia de un fuerte acento secundario, lo que dota a nuestros hablantes de un deje muy particular.
En el Consonantismo, en cambio, sí se ve claramente la convivencia de los resultados aragoneses y castellanos.
     a) Hay conservación esporádica de f- inicial latina: forcate, farineta, esfollinar.
     b) Los grupos con yod ofrecen el resultado propio castellano y otras veces se aproximan más al aragonés: ascla, cingla, cisclón,          cello, riscla, corvella.
     c) Se documentan casos de conservación de -ns- y -bl-, lo mismo que de sordas intervocálicas, rasgos propios del aragonés:          ansa, pansío, pescatero.
     d) Se conservan los grupos consonánticos iniciales, como en aragonés, en plegar, plegaor, lavija.
     e) Los resultades de l- y s- coinciden también en numerosos casos con los propios del aragonés: llares, lleta, chulla, zuro.
En el plano morfológico y sintáctico podemos observar también algunos usos comunes al español vulgar de cualquier zona pero se observan otros que apuntan a ese carácter dialectal y de cruce que venimos señalando:
     - Conformación de unas curvas de entonación casi siempre ascendentes y con doble acento de intensidad, que dotan a nuestros hablantes de un deje muy particular y que se confunde muchas veces con el deje maño.
     - Es frecuente la conservación como femenino de sustantivos que en el español estándar son masculinos: puente, calor, rigor, picor...
     - Con la forma antepuesta mucho se expresa con frecuencia el superlativo: mucho bueno, mucho grande y la forma muy (apocopada) se antepone al sustantivo: mi Pedro es mu pastor, mucho cristiano.
     - El sufijo -in, -ina es un auténtico morfema de superlativo: calorina, peñacina.
     - El sufijo -ico es frecuentísimo: tornajico, pequeñico, animalico, librico... que convive con -ete, frecuentísimo en los topónimos de la zona, -ote, -uco, -ejo...
     - Es frecuente el uso de preposiciones con el pronombre de 1ª persona pa yo: con yo, así como la perífrasis de preposición + pronombre, en lugar de los posesivos: de nosotros, de vosotros, usos estos que se definen siempre como aragonesismos.
     - Abundan finalmente numerosos arcaísmos: otre, abora, hogaño, esotro, comunes a todo el español vulgar, pero con sólido arraigo en el dominio aragonés riojano.
     Expresiones del tipo: a la mañana, al verano, a la tarde...hacen pensar, sin duda, en las expresiones catalanas correspondientes.
 En cuanto a la conjugación verbal, las características son del español vulgar, aunque cabría destacar algunas particularidades:
     - La frecuente generalización de -b- en el imperfecto traiban, caiban.
     - La terminación en -s- de la segunda persona de singular de los perfectos simples: cogistes, vistes...
     - El uso del verbo haber con el significado de tener y que Alvar define como aragonesismo típico: antes no habíamos más que miseria.
     En definitiva, puede afirmarse que nos encontramos en una zona donde el uso de la lengua, incluso en la actualidad, permite hablar de una situación especial del castellano en contacto con el aragonés y catalán, dándose unas soluciones de auténtico compromiso entre los tres dominios lingüísticos en contacto.
     Esta confluencia, explicable por una serie de circunstancias geográfico-históricas, hace pensar en un dominio lingüístico bien definido en otras épocas pero prácticamente desaparecido en nuestros días a caballo entre el propiamente castellano y el aragonés, y que iría desde las tierras riojanas hasta las costas surorientales de la Península, coincidiendo con la disposición Norte-Sur de ese movimiento de población que se ha venido dando a lo largo de los siglos.
     Lo que hoy son auténticos fósiles lingüísticos serían en su momento indicadores de unos usos dialectales muy definidos y que han ido desapareciendo por el proceso castellanizador inducido por múltiples circunstancias. En todo caso, valga esta pequeña aportación para un mejor conocimiento de nuestra historia y de las gentes que han ido poblando las Tierras del Marquesado de Moya a lo largo de los siglos.
General, Buenos Aires, Losada, 1974

 

Página principal