BREVE RESEÑA HISTORICA

Miguel Romero Sáiz
Director de la UNED de Cuenca

 

     Municipio de la Provincia de Cuenca, Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha. Situada al nordeste de la Provincia en los límites de las Provicias de Valencia (Rincón de Ademuz) y Teruel.
     El Municipio lo componen la Villa (hoy deshabitada) y cuatro núcleos de población: Arrabal de Moya, a los pies de la Villa, Casa de Pedro Izquierdo de Moya, Huertos de Moya y Santo Domingo de Moya, el de mayor población y sede del actual Ayuntamiento.
 
     Según las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo durante los años 1982 y 1983 se evidencia que en Moya hubo algún asentamiento en la edad del bronce medio, es decir, unos 1500 años A.C. El primitivo poblado estaría situado en las proximidades de lo que hoy llamamos "El Castillo". En este yacimiento arqueológico se encuentran también evidencias que demuestran que este poblado se desarrolló también durante la edad del hierro. Del siglo II a. d. C. se han encontrado en Moya monedas que fueron acuñadas en Bilbilis (Calatayud). Moya, antes de 1210, ni era Villa ni poseía Castillo.
 
     Moya fue poblada -nunca conquistada- por Alfonso VIII en 1210. Está comprobado que Francisco de Rades y Andrada en su Crónica de Santiago comete graves errores por su carácter exageradamente partidista. Uno de ellos es la afirmación de que moros de Cuenca, Alarcón y Moya entraron en tierras de Uclés en 1176…. Está confirmado que Moya nunca fue morada árabe ni se han encontrado vestigios árabes en su suelo. Las construcciones militares de la Villa son posteriores a la época musulmana.
 
     Mucho de lo que se ha escrito hasta ahora sobre Moya por delante de esta fecha son hipótesis sin fundamento. La apertura del Archivo Catedralicio tras su remodelación y clasificación y la lectura de sus documentos sobre la Villa de Moya a la luz de otros documentos de la catedral de Toledo da la verdad sobre los origenes y puebla de la Villa de Moya.
 
     Otros en cambio sostienen que hasta el siglo XII Moya estuvo bajo el poder musulmán. Dicen las crónicas que, formando parte de las huestes árabes, junto a las de Cuenca y  Alarcón, estuvieron en la famosa batalla de Uclés allá por 1176, siendo reconquistada definitivamente por Alfonso VIII en 1183.
     En ese año, el propio rey castellano, queriendo asegurar su dominio frente al rey valenciano, una vez reconquistada toda la zona conquense, determinó apoderarse de la llamada Meya del Cherif Al Edrís, encomendando su toma a don Álvaro Das Mariñas, el cual tras la reconquista cambiaría su apellido por el de Moya.
“En la conquista de Moya
Don Álvaro de Mariño
Por blasón ganó la espada
Y Moya por apellido.”
     Ya en el siglo XIV, el rey Enrique II hizo merced de Moya a su cortesano Alvar García de Albornoz, por su fidelidad y apoyo en la guerra civil contra su hermanastro Pedro I. Fue hijo de este Alvar, Micer Gómez de Albornoz, quien puede considerarse como auténtico señor de la villa, de la tierra y del castillo. La gente de Moya y su alfoz resistió la orden real.
     En 1220, el Arzobispo de Toledo pretendía para Albarracín la Iglesia de Moya desde nueve años antes; es decir, desde 1211 fecha en que Pedro II entregó a la iglesia de Albarracín El Cuervo, Castielfabib, Ademuz y Serrella. Y el Obispo de Cuenca, Don García, exigía.....“ para él y para sus iglesias una parte de los frutos y expensas que recibió Albarracín en 1211”. Esto viene a demostrar que Moya estaría muy cerca del castillo de Serreilla o, tal vez, bajo su jurisdicción. Tras muy duras discusiones, el tribunal eclesiástico reunido en Burgos, entre el 20 y 31 de mayo de 1220, no logra un acuerdo que sea aceptado ni por Don Rodrigo ni por Don García. Y ni uno ni otro supieron o quisieron determinar los límites de los antiguos obispados ni el Arzobispo reconoció la jurisdicción de la iglesia de Cuenca en Moya.
     El 30 de Septiembre de 1221, el Arzobispo Don Rodrigo, tras el fracaso de Burgos, se proclama dueño y entrega "al noble hombre E. García en feudo perpetuo para sí y también para sus sucesores legítimos, tres castillos, a saber: Santa Cruz, Mira y Serreilla que en tiempo pasado con la divina protección y con el auxilio de los marcados con la cruz cambiamos del dominio de los sarracenos al de Nuestro Señor Jesucristo". Con esta condición: "que todos los años él y sus descendientes paguen a Nos y a nuestros sucesores una marca de plata y si se mantuviera el censo de un año de dos o de tres se pague aquello que fuera requerido por el arzobispo de Toledo por su decisiva participación en su conquista a los sarracenos". Con la entrega de estos castillos pretendía constituirse dueño y señor de las iglesias establecidas o por establecerse entre los ríos Turia y Cabriel, y deja claro que esto es lo que quería conseguir del juicio de Burgos; todas ellas bajo la jurisdicción de uno u otro de estos tres castillos. En 1225 muere el obispo don García sin ver resuelto el problema y es elegido nuevo obispo de Cuenca a don Lope, fiel servidor del Arzobispo del que no sabemos cuándo ni como murió. Los enfrentamientos entre el Cabildo, que tuvo que ser amenazado por el Papa, y don Lope, al que consideraba demasiado subordinado al arzobispo, seguían dificultando la división. Y entramos en una etapa oscura (1225-1231) en el Obispado de Cuenca ¿......? sin posibilidad de iluminarla por la ausencia total de documentos en su archivo catedralicio.
     El segundo año del Pontificado del Papa Gregorio XI (1229) el asunto estaba sin resolver. El obispo don García desconfió siempre del tribunal de Burgos, hecho a la medida de don Rodrigo, y presidido por un gran amigo del Arzobispo, don Mauricio, obispo de Burgos. Don Rodrigo, tras la muerte de Honorio III, tal vez, de don Lope, insta en 1228 al nuevo Papa a que acelere la resolución de los límites de las dos diócesis y los derechos diocesanos sobre Moya. Y Gregorio IX nombra al obispo de Tarazona, García Frontín II, dándole plena autoridad. La frontera entre Cuenca (Valeria) y Albarracín (Segobricence) lo haría el obispo de Tarazona, don García Frontín II, en 1231, cumpliendo el encargo del Papa, dejando fuera de Cuenca a la iglesia de Santa Cruz e incorporando Mira y Alcalá (Serreilla), siendo ya obispo de Cuenca don Gonzalo. Don García Frontín se encontró con una nueva Iglesia a la hora de repartir (Vallanca) y, así, entregando dos a cada diócesis solucionó el conflicto. Vallanca y Santa Cruz a la diócesis de Albarracín, Mira y Serreilla a Cuenca. A partir de este momento don Rodrigo renunció a sus pretensiones y admitió los límites y los derechos diocesanos de Cuenca sobre Moya. Y desde entonces Fernando III convierte a Cañete en aldea de Moya en 1.231, y le concede los derechos de Portazgo que Alfonso VIII había concedido a Cañete en 1195: ..... “Quia vero villa quae dicitur Moya postmodum populata fuit, portaticum quod solebat percipi in Caneto, quae nunc est aldea de Moya, percipiatur in Moya....” ...Porque la villa que se dice Moya se pobló después el portático que solía recibirse en Cañete que ahora es aldea de Moya, que se reciba en Moya"
     Y también en estas fechas el Arcediano de Cañete pasa a Moya.
     En 1269, el Rey Sabio dio órdenes de reconstruir de nuevo Moya y concedió diversos privilegios a sus moradores y caballeros. Las intrigas sucesorias de los Infantes de Lara dieron duros años a Moya por declararse partidaria de Sancho IV. Moya cayó en poder de Juan Núñez de Lara con auxilio del Rey de Aragón en 1290. Entre los Lara y las represalias de Sancho IV, estas tierras fueron en diversas ocasiones sitiadas, taladas y robadas. Definitivamente, el rey Sancho arrebató Moya a Juan Núñez de Lara en 1292. Este Rey, a la vista de la desolación y ruinas de la villa, concedió a Moya, como Premio a su lealtad, exención de impuestos de moneda foral, confirmó sus fueros y otros privilegios.      Desde 1296 hasta 1480, Moya irá de mano en mano en pago de favores o en garantía de servicios y pactos. En 1319, Fernando IV declaró esta Villa patrimonio de la corona, previa propuesta de María de Molina. Este hecho fue un hito importante alcanzado por Moya: ser REALENGO. Por poseer este título vendrá a sufrir numerosas vejaciones. Los reyes, con frecuencia, faltaron a su juramento aunque volvieron a confirmar su privilegio en 1390. Los moyanos alcanzaron fama de rebeldes por la defensa que hicieron de sus fueros, incluso ante las mismas Cortes Castellanas por medio de sus representantes permanentes. Llegaron -hecho insólito- a comprar su libertad y derechos en 1391 a la viuda de D. Juan de Albornoz, señor de Moya, por 10.000 florines de oro. Aun así, tampoco fueron respetados, en ocasiones, sus fueros. Juan II dio Moya al Marqués de Villena en 1451 contra el que se resistieron los moyanos con éxito. En 1463, Enrique IV hizo donación del señorío de Moya a D Andrés de Cabrera, el "buen vasallo". También entonces se opusieron los moyanos a este nombramiento. No pudo tomar posesión el nuevo Señor hasta 1475, cuando los Reyes Católicos confirmaron esta donación, pues Moya siempre estuvo de parte de Isabel I, La Católica, en el proceso sucesorio. Esto le valió a Moya que de SEÑORIO se convirtiera en MARQUESADO el año 1480. No obstante, la Reina Católica en su testamento, manifestó ciertas dudas acerca de la legitimidad de esta donación.
     Está claro que desde 1296 hasta 1480, Moya irá de mano en mano en pago de favores o en garantía de servicios y pactos. En 1319, el rey Fernando IV declaró la Villa, Patrimonio de la Corona, pasando a ser Villa y tierra de realengo.
 
     Violentando el deseo tantas veces expuesto por los habitantes de la Villa, de no querer pertenecer a señorío particular, el Marqués de Villena recibió, de manos reales, el Señorío de Moya en 1448. Sin embargo, nunca pudo llegar a tomar posesión de la misma, ante la tenaz oposición de las gentes que siempre tuvieron fama de rebeldes.
 
     En 1463, estando en Segovia el rey Enrique IV, entregó el señorío a su cortesano Andrés de Cabrera quien tampoco podría tomar posesión de este señorío hasta el año 1475.
 
     Durante los siglos XIII y XIV algunos caballeros moyanos participaron en numerosas empresas militares, tales como la batalla del Salado en 1340, en el sitio de Algeciras en 1343, en cuya fortaleza llegó a ondear el pendón de Moya.      Desde su elevación a Marquesado, Moya se personificó en sus Marqueses. Los años grandes fueron los de sus primeros Marqueses, Andrés de Cabrera y Beatriz de Bobadilla. También Moya escribió páginas de lealtad a la Corona en la época de las Comunidades yendo contra las Germanías. Pero, también, otros se levantaron contra el 2º Marqués, Juan de Cabrera, al que en un choque frontal derrotaron. Repuesto éste, castigó severamente a los cabecillas y los pueblos que tomaron parte en las revueltas fueron desposeídos de muchas de sus tierras sin lograr el perdón que todos esperaban del marqués en 1525. En Alcalá de la Vega, además de apropiarse de tres grandes dehesas, ordenó a las tropas de Carlos I quemar todos los libros y papeles antiguos de su Concejo.
 
     Durante el reinado de los Reyes Católicos alcanzaría el rango de Marquesado a Andrés de Cabrera y a su mujer, Beatriz de Bobadilla, dado en Segovia en el año 1480. Estos momentos serían los de mayor trascendencia e importancia dentro de la propia Corona, alcanzando su mayor apogeo en el siglo XVI, tanto en densidad de población como en realidades arquitectónicas de la propia Villa, elevándose nuevas iglesias, palacios y edificaciones diversas, reforzándose el castillo y murallas, y otorgando al recinto fortificado su auténtico sabor de villa encastillada. De 1589 es, según se lee en la inscripción de una puerta de la muralla, la reforma de la cerca, sufragada por el entonces heredero directo de los primeros marqueses, don Francisco Pérez de Cabrera y Bobadilla, quién vivió largos años retirado en su reducto conquense.
 
     Las Casas de Villena y de Moya se unieron por matrimonio de la tercera Marquesa de Moya, Luisa de Cabrera, con Diego López Pacheco, marqués de Villena. En el siglo XVII sigue Moya engrandeciéndose. Su arcedianato es muy solicitado por ilustres personajes. Entre ellos figuran el historiador JAIME CAPISTRANO DE MOYA y el literato JOSÉ DE VILLAVICIOSA, además de otros que alcanzaron altas dignidades eclesiásticas.
 
     Puede decirse que en el siglo XVIII Moya entra en su decadencia. Desaparecen de estas tierras las familias de los Albornoces, Cabreras, Carrillos, Pachecos. Sólo los Zapata permanecerán más tiempo.
 
     Es, en este siglo, cuando pasa a la familia de los duques de Peñaranda, y luego a los de Alba, en cuyo caudal de títulos entró la villa, la fortaleza y el Marquesado.
 
     En el siglo XIX aún escribirá Moya unas páginas de gloria: Se convierte en centro de la resistencia antifrancesa en 1808. Hace su proclama contra Napoleón y se levanta en armas. Sus "guerrilleros" son temidos y traen en jaque a los generales franceses Gaulaincourt y Le Frére. Por ello Moya volvió a sufrir de nuevo saqueos y destrucción. Su historia puede terminar con su participación en las guerras carlistas. Del lado de Isabel II, sufrió feroces ataques de Cabrera y la destrucción en 1835.
 
     Como Villa fortificada, Moya albergó en sus mejores tiempos muchos notables edificios. Además de la capilla del Hospital y las iglesias de los conventos de monjas y de Franciscanos había seis edificios parroquiales: la de Santa María la Mayor, como la más antigua de todas con pórtico gótico y arcos ojivales interiores, ahora muy reformada; la de la SantísimaTrinidad, cuya construcción se iniciaría en el siglo XIII y se acabaría reformada en el XVII. Está situada en el callejón del Alcalde junto a la plaza mayor de la que solamente queda en pie su espadaña; la de San Miguel, del siglo XIV, en el extremo norte de la calle “de las Rejas”; la de San Pedro, del siglo XVII, junto al convento de las Monjas y ahora totalmente arruinada; la de San Juan, situada en la explanada que hay entre el castillo y el Hospital, junto a la muralla exterior y puerta; la de San Bartolomé del siglo XV, que se encuentra junto a la puerta dela Villay de la que solamente queda en pie parte de su espadaña.
 
     Otros edificios, junto a la fortaleza y el largo recinto amurallado que la definen, nos encontramos dos singulares y representativos edificios: el Ayuntamiento y Pósito, restaurado y situado en la plaza Mayor; el monasterio de las Recoletas Bernardas y el convento de San Francisco del XVI.
 
     El siglo XIX es el fin de Moya, de su importancia, de su prestigio y de su grandeza. Las nuevas orientaciones políticas y administrativas y la desamortización hicieron que los 36 pueblos de su jurisdicción multisecular se separaran. Incluso comenzaron a desmoronarse sus muros y a disgregarse sus habitantes por los barrios anejos más próximos. Proceso que durará hasta bien avanzada la primera mitad del siglo XX.
 
 
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